Paré en un claro del bosque.
Dejé la mochila en el suelo y me senté sobre una piedra grande. La luz verde se iba degradando hacia verdes amarillentos: el sol bajaba rápido y el albergue aún quedaba lejos...
Escuché.
A mi alrededor se desarrollaba una sinfonía llena de sentido y de belleza.
Un pequeño arroyo, a mi izquierda, saltaba con acordes de agua viva; la brisa susurraba entre las hojas de los árboles, que a su vez se rozaban, como besándose; algunos aleteos lejanos...
Poco a poco, fui también diferenciando un caos de minúsculas voces que cantaban juntas en esa hora lenta del atardecer: insectos voladores, hormigas, mariquitas y otros pequeñísimos animales, millones de ellos que, entre la hierba, realizaban su trabajo y su vida tamborileando sobre el tapiz de las hojas secas...
Esto es el silencio, me dije, ha venido a mi encuentro como un viejo amigo injustamente olvidado...
Un vuelo de pájaros puso la nota final a la melodía profunda y mágica del mundo en aquel momento.
Agradecí la generosidad de la naturaleza, agradecí la presencia del silencio, mi amigo, cogí la mochila y seguí mi camino.
Qué hermosa crónica de un instante, hermana.
ResponderEliminarBesos, muchos.
¡Qué hermosa siempre tu mirada, hermana!
EliminarGracias...
Un montón de besos.
Eso, María, es justo el Camino de Santiago.
ResponderEliminarEl encuentro con uno mismo en la naturaleza, y en los otros...
y si miramos un poquito más allá, el encuentro con nuestras limitaciones, con nuestros defectos, digo, grandes defectos.
¡Qué paz en este texto!
Un beso.
Eso exactamente.
EliminarY mucho más... los perros que se acercan para recibir una caricia y parte del bocadillo, la gente de corazón bondadoso, las sonrisas sin medida, la paz de la que hablas...
Sobre las limitaciones (las mías), cuento con ellas, son parte de mi mochila y, en cierta forma, parte de mi "necesidad" de nomadeo :)
Gracias, Santiago.
Un abrazo grande!!
¿Y no aprovechaste el descanso para merendar?
ResponderEliminarAbrazos, siempre
En este no, Amando, y mal hecho por mi parte: unos kilómetros y dos horas más allá, saqué el bocadillo de queso y se lo comió un mastín que se materializó de la nada y se hizo con el botín antes de que terminara de desliarlo :)
EliminarUn abrazo!!
De entre todos los silencios, el que nos permite reencontrarnos con nosotros mismos es el mejor. Qué pena que tan poca gente sepa apreciarlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esos son los importantes, José Antonio, o (parafraseando al poeta) los imprescindibles. Cuando se producen y los podemos sentir somos muy afortunados.
EliminarGracias.
Un abrazo!