martes, 20 de septiembre de 2011

Esas imágenes desoladoras



El desplome del estado del bienestar es algo que llega a la conciencia individual de muchas formas.

Los datos estadísticos son fulminantes; el recorte de presupuestos, imparable; la brecha entre ricos y pobres se agranda por momentos. Lo que era evidente en la división atroz entre "Los Mundos" y se explicaba en términos de macroeconomía, de hambrunas, de expoliación de los países pobres, de abusos interminables por parte de los grandes y poderosos, etc, ahora lo es cada vez más dentro del propio mundo, es decir en el barrio, entre los vecinos.

Hace meses que un hombre vive en mi puerta. Viste ropa andrajosa, tiene las manos y la cara renegridas por el sol, lleva una barba larga y canosa y su aspecto general es desastroso y sucio. Siempre está bebiendo de una botella de cerveza, una litrona. Duerme en los bancos de la plaza y muchas veces en el suelo. 
Una vez lo encontré en medio de la calle. Un coche lo sorteaba en ese momento; como no lo podía despertar, lo tuve que trasladar a la acera con ayuda de un vecino para evitar que lo atropellasen. 
Otra vez pensé que estaba enfermo porque respiraba con dificultad y lo desperté para ver si quería algo; me ofrecí a llevarlo al médico o a subir a mi casa un rato a descansar, si le perecía bien. Me lo agradeció varias veces pero prefirió seguir en la acera y volvió a dormirse. Yo me quedé observándolo un momento, preocupada, hasta que me pareció que debía dejarlo estar. 

Ahora siempre nos saludamos, es parte del paisaje del barrio; conoce a los vecinos e incluso llama a algunos niños por su nombre. Sonríe con facilidad este hombre.

Hoy, a su lado, sentada en el bordillo de la acera, había una mujer muy vieja vestida de negro, con pañuelo en la cabeza, una cesta de palma entre sus pies, la cara llena de arrugas y un gesto adusto y abatido. He saludado al hombre, como siempre, y he seguido mi camino, indignada con el mundo y conmigo misma, sintiéndome inútil, triste... 
¿Quién será esa señora que se ve tirada en la acera a estas alturas de su vida? ¿Quiénes son todos estos hombres y mujeres que caen de pronto a las calles? ¿Qué está pasando en nuestro mundo, que produce indigencia a manos llenas cuando tenemos dinero para todo tipo de derroches?

Ahora, cada vez que salga de casa, me fijo en esta mujer enlutada y derrotada, tan vieja, tan frágil...
Y me pregunto si debería llamar a los Servicios Sociales y no sé contestarme.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Espero




Espero.
Siempre espero ¿y para qué?
Nunca se repite el sueño
desde la única vez.


Aquello
seguro que fue un milagro.
No es fácil que se repita.
¿Para qué esperar, entonces?

domingo, 18 de septiembre de 2011

Escaqueos


Trato de jugar una partida de ajedrez con un niño de cuatro años. 
Ya conoce las posiciones de las piezas en el tablero y las sitúa de manera impecable, incluso dejando la casilla blanca a su derecha. Le he enseñado los movimientos de algunas: los peones y los alfiles van bien, las torres aún no consigue sacarlas de su esquina y, de momento, nos hemos atascado con el caballo, su figura favorita.
El caballo anda "a medias derecho y a medias torcido", dice, y el niño cambia a su antojo la forma en que avanza esa pieza por el tablero. Yo corrijo la marcha de su caballo cuando lo lanza sin medir sus pasos contra cualquiera de mis piezas, y él me mira sin entender que no pueda manejarlo a su criterio, puesto que es suyo.
No tiene edad para aprender esas reglas, lo sé, aún no puede entender juegos con normas tan complicadas, pero me gusta ver sus esfuerzos por entender esa guerra de figuras que andan entre escaques. Él quiere ganar, claro, y cada vez que mueve una de sus piezas retira una de las mías, pueda o no; cuando yo le como una suya se enfada, la coge y la guarda diciendo que esa no estaba en la lucha.
Me recuerda las actitudes que adoptamos de vez en cuando algunos adultos ante las adversidades. Nos negamos a admitir que determinadas cosas que habíamos puesto en juego, lo estaban en realidad. Queremos, a toro pasado, retirarlas de la liza por el sistema de mentirnos diciéndonos que no jugaban en esa partida, que no estaban en esa lucha...
Los niños son una fuente inagotable de aprendizaje. Y de agotamiento.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Buenos días, Pepi


Me encuentro a Pepi en la puerta del colegio. Sin transición, tras el saludo breve y obligado, inicia su letanía de penas de siempre que, inevitablemente, empieza por el estribillo de "ay, mi marido es que es muy raro, hija... tú, en cambio, qué bien vives, etc."
Yo me cargo de paciencia porque Pepi y yo tenemos un cierto grado de amistad de barrio y porque, de manera natural, me predispongo siempre a escuchar las quejas de los demás.
Su tesis favorita es que no puede hacer nada, "pero nada de nada". Un viaje a un lugar cercano, ir al cine, dar un paseo más allá de los límites del barrio por ejemplo, es algo para ella fuera de su alcance, dice, porque a su marido no le gusta, o no tiene ganas de moverse, o... Lo que sea. Da igual. En todo caso, un imposible.
En el fondo, según creo, ella se queja de no tener una vida propia. En su discurso subyace la idea de que ella vive en función de los gustos de otro, en este caso su marido, aunque no lo exprese así y quizá ni se atreve a pensarlo. 
Le digo que un marido no es un hígado ni ningún otro órgano vital y que, por lo tanto, ella podría decidir hacer algo sola, sin él. Me mira descolocada. No es la primera vez que le digo eso o algo parecido; es tan natural, tan de lógica elemental, que lo suelto sin pensar, forma parte de mi modo de entender las relaciones. 
Pero es la primera vez que veo a Pepi escuchar lo que digo, y sé que lo ha escuchado porque interrumpe la metralleta de palabras lamentosas y dice algo así como que es cierto, que va a pensar en eso...
Nos despedimos. A ella la espera su marido en el bar para desayunar juntos; yo me vengo a casa, donde nadie me espera. Perdón, me espera mi gato.
Ahora estoy un poco alarmada y un poco a la expectativa de ver lo que Pepi piensa hacer con esa información sobre la diferencia entre un marido y una pieza vital del organismo.
Espero que al menos salga a ver una película al centro con alguna amiga.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Mi amigo E.


"Pequeña Reata" ha acabado por darle un palo a mi amigo E.

E. siempre anduvo queriendo tener una finquita en el campo, pero cercana a la ciudad, para venir de vez en cuando a vernos a los colegas. Urbano hasta las trancas, fantasea con lo bucólico de manera estrámbotica y disparatada. Consiguió una parcela pequeña de tierra con una casita y sacó mucho cachondeo del fondo ácido de su ser para tener el cuajo de llamarla Pequeña Reata, un espacio metafórico al fin y al cabo.

Ayer me llamó E:

"Prima ¿te acuerdas de aquel potrillo que me compré?..."

"No..."

"Bueno, da igual, ehem, me dió una coz en la frente mientras le pelaba una pata y se me ha roto el tarro..."

"Diossssssssssss..."

"No, si ya estoy bien, te llamo para quedar a tomarnos un café..."

"Ah, bien, así nos contamos nuestras derrotas..."

Siempre hablamos de derrotas E. y yo: supongo que tenemos una facilidad especial para ver los detalles de nuestra vida que rozan siempre el abandono, la pérdida, el fracaso de las horas, lo apagado de los días...Y siempre lo comentamos con muchas risas y con absoluta ecuanimidad en el tono, con desapego incluso, si nos tenemos enfrente y nos miramos y nos decimos cualquier tontería por encima de la taza caliente o de la cerveza fría.

Ay, primo, que no siempre podemos seguir los sueños aunque estemos obligados a seguir soñando siempre. Esa fractura del frontal se cerrará, no cierres con ella tu capacidad de hacer locuras.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Homenaje


Me enteré por el mensaje de una amiga de la muerte, del asesinato, de Facundo Cabral, este verano.
Me puse a cantar algunas estrofas que recordaba de sus canciones, fragmentos poéticos y realistas de una determinada visión del mundo: la suya, tan cerca de mi corazón.

Luego, hace unos días, escuché en la radio un programa sobre él y las circunstancias de penuria en que se desenvolvió toda su infancia y gran parte de su vida.

"Más me preocupan tus ojos
que el odio del enemigo.
Nunca perdí por la fuerza
sólo el amor me ha vencido..."

Qué paradoja, al fin lo venció algún enemigo, o al menos lo mató...

Salud, compañero Facundo Cabral.

Si no miro, quizá...

¿Qué pasa en el mundo mientras yo no miro?

Sé que pasan las cosas de siempre:
que hay enemigos feroces que siguen luchando;
que las grandes financieras mantienen sus posiciones a costa de la sangre más desprotegida;
que hay sequías, huracanes, hambrunas...

No miro los informativos durante unos días, no compro diarios ni tengo acceso a la red.

Entonces imagino que el mundo es un lugar más amable y no este globo cuadriculado en fronteras.
Imagino que encuentro poemas y cuentos impresos en la factura del teléfono;
que no hay lágrimas de asfalto alumbradas por los semáforos;
que los armarios guardan quimeras;
que las pirotécnicas fabrican estrellas;
que hay besos que saben a caramelo;
que se oyen risas de niños por entre las madreselvas;
que alguien me quiere mucho desde la cara oculta de la luna...

Imagino.
Y luego abro un periódico y la realidad, esa cabrona, me da la primera bofetada.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Nuevo curso.


Hoy empieza el curso escolar en mi comunidad. 
Veo pasar a los chiquillos con las mochilas nuevas, con las miradas nuevas, con las sonrisas oscilantes entre la ilusión y la incertidumbre, camino del colegio. Algún juguete asomando por una mano cerrada, por un bolsillo... 

Niños, niños... Preciosos proyectos de futuro, entes tan completos ya. Los miro y siento su fragilidad y su gran fortaleza, y me dan alegría y pena. Me gustan y me asusta su inagotable energía instantánea. Temo por lo que la vida les irá ofreciendo: tenemos este patio tan revuelto siempre... 
Encontrarán a su paso maravillas, tendrán mil cosas que aprender, que hacer, que destruir...

Niños, prefiero no pensar en todo lo que tenéis por delante: me agota imaginarlo.

En resumen



Al principio buscaba tu icono
esperando encontrarte en un verde improbable,
imposible: tú ya no venías.

Te busqué por las redes sociales.
Inútil intento, conozco
tu afán de secreto, tu incógnita innata.

Miraba el correo a diario
esperando un email
esperando el destello fugaz
de una sola palabra siquiera.
Tu dirección, tu imagen, pasaban ante mí
mudas siempre,
ni un sólo parpadeo.

La pantalla brillaba de ausencia
por todas sus páginas.

domingo, 11 de septiembre de 2011

En la orilla



He llegado hasta aquí.
Han sido muchos pasos hasta ahora
el camino fue largo.

Marqué huellas profundas en mi vida
a veces de derrotas
a veces de esperanzas
a veces, casi siempre,
de un andar anodino y silencioso.

Dejo ahí mi maleta, todo el lastre
de las cosas que ya no necesito.
Puedo así andar ligera, volar casi,
y entrarme mar afuera, como dicen
los viejos pescadores.

He llegado hasta aquí.

Regreso


Los regresos, por poco camino que se recorra, encuentran casi siempre la complicación de tener que echar los amarres, de nuevo, al muelle que dejaste. Yo trato de encontrar mi noray en este puerto, que me resulta algo extraño por la lejanía de más de dos meses.

Me gustaría tener una buena historia viajera que contar, pero sólo he estado recorriendo mis propias latitudes y hasta, a veces, mis oscuros fondos, desde una hamaca en tonos verdes colgada entre dos acacias.

Una de las grandes hazañas de mi verano fue impedir que murieran unas cuantas plantas, y luego ver nacer manojitos de jazmines azules y apostar conmigo misma si sabrían o no agarrarse a la tapia encalada junto a la que crecen. 
La aventura para los días de calma y transparencia acuática era bucear a dos metros de la superficie, entre rocas habitadas por mil zalemas de rayas amarillas, que pasaban olímpicamente de mí, y unos cuantos sargos curiosos, que salían de sus cuevas a mirarme con ojos fijos desde las dos partes de sus cuerpos aplastados... Ahí era yo más yo que nunca: siempre que tengo salir a respirar lo hago lamentando fervientemente no tener branquias en mi cuerpo.

Ya lo veis, no vengo de la expedición de la Kon-tiki, sino de un verano de aguas metafóricamente movidas, de aventuras imaginadas. Quizá viajan así los modernos Ulises, no lo sé.

Ajena por un tiempo a las navegaciones de este medio, trato ahora de incorporarme a vuestro rumbo. La brújula señala a Itaca y aquí vengo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Niños en casa.



Un oso de peluche bloquea el globo terráqueo,
Dino Buzzati aparece bajo un lagarto verde de plástico duro,
un montón de dinosaurios de goma
de diversos colores y tamaños
tapan completamente las obras de César Vallejo.

La ternura infantil impregna con su orden
el orden más austero de mi casa:
el tigre roto, serpientes amarillas, la gran araña
de patas filamentosas,
ponen alas de ángel a pesados ensayos
sobre antropología.

martes, 6 de septiembre de 2011

Jazmines azules

 
Quizá me sienta fuerte
si consigo que agarren
a la tapia de cal
los racimos aéreos de jazmines azules.

Mido la primavera
con un metro de zureos de palomas.

Me cuesta retornar a muros de rutina,
a gestos enlatados,
a horarios sin sentido.

Si por lo menos lloviera...

lunes, 5 de septiembre de 2011

De paso por la vida

 
Soy persona de andenes, de vías paralelas
-y mejor si son muertas-
de muelles en penumbra
de barcos que no llegan a destino.

Soy de sitios de paso, momentáneos
lugares sin saludos
y sin las despedidas.
Lugares con los pasos llenitos de metáforas.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Contra pronóstico

 
Contra lo esperado, dada mi natural desidia y desapego informático, he recordado que tenía un blog y hasta he recordado la manera de llegar a él: asombroso. Me refugio en esta soledad de palabras para mí misma, al fin y al cabo un sinsentido... Como tantos otros.
 
He vuelto hoy a casa de unas largas vacaciones donde han primado la soledad ruidosa y la tristeza casi permanente. Vivir sola rodeada de gente es mucha soledad; vivir triste mientras sonríes y alientas es mucha tristeza.
 
Quiza por eso, al llegar a casa he recordado este espacio en el que me hablo sin disimulos y pienso que lo bueno de esto es no tener que defender la soledad ni esquivarla, no buscarla porque está, no huírle porque es una aliada valiosa a la que amo.
He tenido algunos dolores estos meses que me han dejado machacada el alma.
Me propongo dejarme vivir. Simplemente respirar, vivir en la eternidad del instante. Ojalá pueda.