viernes, 14 de marzo de 2014

Carta cerrada


Anoche soñé contigo, mi innombrable. 
Porque sé que no me leerás puedo decírtelo. 
Mi corazón, este disparatado patio de vecinos, abrió su puerta (creí haberla cerrado bien) y dejó que entrara tu presencia casi olvidada, tan difusa ya que apenas la distingo de otros fantasmas. 
Soñé que hablábamos de cosas importantes y sencillas: la gracia que nos hacen los niños, los fallidos ejercicios de guitarra, el borboteo de la olla de sopa en la cocina... 
Tú tenías una mirada dulce y una voz apacible y yo sentía, pese a todo, una cierta inquietud, como si de un momento a otro una de las golondrinas que se alojan en el cajón de la persiana, fuera a salir volando con nuestra felicidad, la tuya, la mía y la de todos, camino del sur más inalcanzable.
Anoche soñé contigo y te eché de menos. 

Hoy he limpiado los rincones de este patio y he vuelto a asegurar la puerta anti-nostalgia. He abierto todas las demás, he tendido ropa limpia sobre los cordeles de la memoria y el viento ha traído la vieja música del mar.

Anoche soñé contigo, pero ya ves, hoy mi corazón se vistió de fiesta.