Viví en Sirio unos cuantos años. O a la luz de esa estrella.
Me acostumbré al tiempo sin medidas fijas, a los espacios ilimitados, al movimiento sin peso.
Se ha quedado un hueco en toda la casa, lo he notado ahora, lo noto siempre porque siempre miro sorprendida los restos de los naufragios, como si no los esperara pese a saber que acechan, que siguen de forma inevitable a las calmadas navegaciones...
Como siempre, hace un rato he mirado sin creerlo estos despojos en la playa: la guitarra con su postura de estar a medio sentar en la silla, la cama abierta, los libros desperdigados, las tazas de propaganda con dibujos de Forges... Esas cosas ya sin alma, que son mías y no las reconozco, me han recibido en mi cuarto. En la cocina, la pulcritud de mi frugalidad alimenticia. Y la cafetera permanente.
A duras penas voy siguiendo el "mito de Sisifo", que no es lo mejor que puedo hacer ahora precisamente y sin embargo...
El comienzo me parece claro y evidente: la toma de conciencia del absurdo como consecuencia de la fractura entre el individuo y el mundo. Hasta ahí todo bien, no hay motivos o motivaciones, de ahí todo el sinsentido, la intranscendencia, la indiferencia. Pero no se cómo se las ingenió Camús para acabar explicando que no hacen falta motivos para vivir, que Sísifo hace bien levantando una y otra vez la piedrecita y tomando conciencia del absurdo del asunto mientras baja a por ella.
Se me escapa entre los dedos esa explcación.
La ética personal de Camús es asombrosa.