La desolación. Esa sensación
que llega agazapada en cualquier otra
que anda sin hacer ningún ruido
(como los gatos)
que cuando te alcanza se instala en las tripas
sujeta a las asas intestinales
para no soltarse
que hurga en los agujeros que nunca
han terminado de cerrar del todo...
(Escribo, me suicido, resucito
canta Sabina)
Escribo para evitar el ácido corrosivo en los agujeros.
Me suicido con la complicidad del desamparo.
Resucito... (o quizá luego).
¿Ves cómo sí eres capaz de decirlo?
ResponderEliminar:-)
Escribir, qué gran remedio.
Un abrazo enorme, hermana.
Qué gran remedio, en efecto. Letra a letra nos ponemos a exorcizar cualquier cosa :)
EliminarUn besazo, querida.
Quizás la solución está en escribir y sacar lo que a uno le atenaza las entrañas.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.
Eso es, Rafael, supongo que tratamos de hacer eso con lo mejor y con lo peor que tenemos.
EliminarUn gran abrazo.
Las cicatrices y sus impredecibles estaciones...
ResponderEliminarEllas son tus únicas aliadas cuando caes vertiginosamente en el abisal blanco del que emerge, indómita y deseada, la fuerza de la herida por venir.
Loam, me quedo impresionada por tu comentario, por la fuerza de esa herida por venir que es como un desgarro que comprendo bien...
EliminarEntre las cicatrices de lo pasado y las que (sensatamente) podemos esperar, yo te dejo por aquí un beso enorme.
La desolación, uf! Es un sentimiento que tiene la terrible costumbre de arrasarlo todo.
ResponderEliminar¡Bravo, preciosa!
Esa misma, esa...
EliminarLuego tenemos las sonrisas amigas para aventar las sensaciones arrasadoras.
Un besazo!!
En verano las ciudades empiezan a quedar desoladas, pero detrás de cada esquina está la vida esperando.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y afortunadamente, a veces (muchas veces, incluso) encontramos esa vida, o señales de ella...
EliminarLas ciudades se van despoblando, sí. Yo me marcho también a mi pueblo en unos días.
Un fuerte abrazo, José Antonio.