lunes, 9 de enero de 2012

Nueve de enero, nada que celebrar



¿Qué se puede celebrar un día nueve de enero?

Han pasado tantos días seguidos de fiestas, fiestas tan importantes, tan luminosas, tan alumbradas, tan llenas de comilonas, tan felices, tan desdichadas, tan apacibles, tan belicosas, tan besucunas, tan tiernas, tan duras... que luego todo parece soso.

¿Qué se podría celebrar hoy, un día nueve de enero desprovisto de relumbrón y envuelto en la humildad de los finales agotados, después de esta cascada de fiestas que decretan el amor y la felicidad por doquier?

Anteayer, o ayer mismo, todavía quedaba en el ambiente un cierto aire de fin de fiesta; en muchas casas ayer, o anteayer, aún se recogían las figuritas del Belén y se hacía recuento de daños: "el año que viene repondremos los tres pastores rotos, compraremos otro Niño Jesús, que a este le falta una mano, y unos cuantos pavos y corderitos nuevos, porque estos están ya muy deslustrados; tirad el río de papel de plata, guardad el puente de corcho..." 

Sí. En muchas casas ayer, o anteayer, andaban aún recogiendo el árbol y las mil luces, las bolas, los lazos brillantes, las velas diseminadas por mesas y consolas, las piñas doradas con purpurina, el muérdago de plástico...

Anteayer, o ayer mismo, todavía colgaban de los ánimos y de las casas hilachas festivas.
Pero hoy... ¿qué se puede celebrar el nueve de enero, después del empacho de fiestas y de todos sus excesos? 

Nuestros rituales consumistas desmesurados me recuerdan siempre la ceremonia del Potlatch que estudié una vez, una fiesta de los indios del Noroeste de Norteamérica, en la que el anfitrión muestra su riqueza e importancia regalando sus posesiones, queriendo dar a entender que tiene tantas que puede permitirse hacer muchísimos regalos sin agotar sus riquezas: en ello se jugaba su prestigio.

¿Dónde reside nuestro prestigio e importancia...? Andaba esta mañana en esas divagaciones absurdas cuando, por fortuna, llegó a casa de improviso mi amiga M. dispuesta a desmenuzar nuestras insignificantes cuitas cotidianas entre cafés y novedades, con dosis abundantes de ironía.

Despaché de un plumazo mis especulaciones post-navideñas para entrar con M. en el mundo de nuestras contradicciones múltiples en lo tocante a... a todo, por acabar pronto.

Total, que hoy, nueve de enero, se desinflan estas semanas de fiestas y el día se queda colgado en el calendario como un globo lacio o una serpentina olvidada.

-Pienso en la cantidad ingente de besos que nos damos entre diciembre y enero y si eso influirá en el cómputo total del año-

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