jueves, 3 de octubre de 2013
Antes de entrar ya me he ido
(avergonzada)
Luego vuelvo, temeraria,
pensando que... total, él sabe
que visito su whatsApp algunas veces.
Dejo un smiley de sonrisa bobalicona
y justo al lanzarlo ya me he arrepentido.
Pongo una excusa increíble
que explique la injerencia inexplicable
y lo empeoro todo...
Me siento pequeña pequeña pequeña
cuando me dan ganas de salir corriendo
a ninguna parte.
(Sí, algunos días te echo de menos.
Y bien que lo siento)
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¡Qué dulce María! Este relato-poema tuyo me sabe a caramelo de Hellín.
ResponderEliminarMarca La Elisa, me encanta, acabo de buscarlos en la red :)
EliminarTengo que probarlos sin falta.
Gracias!!
Ay... cuántas veces... Relindo, hermana.
ResponderEliminarBesos, muchos.
Cuántas, cuántas...!!
EliminarMejor así ¿no? que no dejemos de sorprendernos a nosotras mismas en la capacidad de equivocarnos :)
Más besos para ti, guapa!
Así son las nuevas tecnologías...
ResponderEliminarUn abrazo.
Así son, Rafael: fantásticas y perversas :)
EliminarUn abrazo enorme.
A ciertas horas y con cierta alteración alcohólica o emocional debería estar prohibido coger el móvil.
ResponderEliminarUn abrazo
Tu comentario me ha hecho reír, pero no de cualquier modo, no, he soltado tremenda carcajada y... lo recordaré la próxima vez que esté dispuesta a chapotear en el ridículo :)
EliminarUn abrazo, Miguel!
Esto te lo robo porque no podía ser de otro modo.
ResponderEliminar¡¡Qué grande eres, querida amiga!!
Lo voy a publicar en FB, con tu permiso.
Kisses!!
Mi permiso lo tienes de antemano, faltaría más. Ya lo he visto :)
EliminarGracias por ese entusiasmo que me contagias.
Kisses miles!!
Y yo que no era seguidora... si es que no puede ser...
ResponderEliminarMare... te adoro.
Pues la culpa la tengo yo, que soy una... deslavazada, por lo menos.
EliminarBienvenida, Carmen y gracias, querida amiga.