domingo, 6 de mayo de 2012

Anoche soñé


Anoche soñé que te veía; era una escena estática y silenciosa ante un escaparate. Apenas hablamos y yo al principio no sabía quién eras, hasta que vi la tristeza profunda de donde emergía tu mirada. Tu inconfundible tristeza. Dijiste algo acerca de la inmovilidad que manteníamos en la vida, de las posiciones enquistadas, del absurdo cotidiano -tu tema favorito, siempre has sido un filósofo-
Es curioso vivir en sueños una realidad paralela y tan fiel a su modelo, aunque con pequeñas distorsiones. 
No te dije nada, sólo miraba tus ojos que eran como estanques de pena. Te miraba y escuchaba tu eterna letanía de quejas. 
Por una vez, no traté de animar tu visión pesimista, esa que llevas impresa en el alma y depositas sobre todas las cosas. 
Por una vez no contradije tus observaciones oscuras con algunas palabras que pretendieran arrojar un poco de luz. 
Por una vez ni siquiera sonreí... A tu lado, rozando tu cuerpo, miraba como tú hacia el escaparate, dejándome infiltrar el alma por la atmósfera pesada y abatida de tu humor melancólico.

Entonces me fijé en los productos del escaparate: eran prótesis para todo tipo de lesiones... Rodilleras, coderas, muletas, plantillas para los pies, zapatos aparatosos, férulas, vendas, audífonos... todo el material en color negro, gris y marrón. ¡Estábamos parados juntos mirando el escaparate de una ortopedia!

Me eché a llorar, cogí tu mano y era de plástico duro. Lloré más fuerte y me despertó mi propia congoja, la humedad de la almohada y la sensación de estar viviendo en una realidad llena de prótesis.

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