miércoles, 23 de marzo de 2011

Después de un viaje.



Querido Y.
Si el viaje hubiera sido contigo habría sido de otra manera. Ni mejor ni peor, claro, sólo otro.
Hubiéramos visto otras cosas porque la mirada habría venido desde Sirio del desnorte y del deslumbramiento, nos hubiéramos reído de otra manera de los pequeños incidentes, hubiéramos cogido otros trenes, subido a otro avión, tomado otros helados. Nos hubiéramos sentado en otras plazas o en otros escalones.
Acostumbrada a compartir sitios insólitos, tuve que tenerte a mi lado en el techo de la catedral de Milán: te eché de menos. Te pensaba resbalando por las piedras cubiertas de verdín escurridizo, apoyándote en las paredes húmedas, tropezando con las pilastras, mirándome reír con tu mirada de estar permanentemente viendo en mí un milagro.
En el patio del palacio de Giulietta, en Verona, las paredes están cubiertas de nombres de amantes, de mensajes, de señales que sólo comprenden los destinatarios y los autores. No hay hueco libre allí: todos los trazos, todos los colores, todos los idiomas del amor han dejado huellas. En una esquina, justo frente al famoso balcón, vi un pequeño redondel blanco, del tamaño de una moneda pequeña, y allí escribí tu nombre y el mío en tamaño reducido, como si nos hubiera jibarizado el olvido. Me costó trabajo que el boli escribiera en el yeso aquel, pero los puse. Para nada, lo sé, siempre dije que esas cosas son pamplinas, pero de pronto me dio el punto, los puse y me alegro. 
Fantaseo con que un día, dentro de veinte años como poco, irás allí y por casualidad te apoyarás en esa esquina, pondrás la mano sobre el redondel blanco, o incluso lo verás por esas cosas del destino... ¿Qué pensarás? Muchas emociones y sentimientos cobrarán vida de nuevo, de pronto, como un rayo; serán presente vivo aunque sea un instante.


"JULIETA.-¿Quieres marcharte ya? Aún no ha despuntado el día. Era el ruiseñor, y no la alondra, lo que hirió el fondo temeroso de tu oído. Todas las noches canta en aquel granado... ¡Créeme, amor mío, era el ruiseñor!
ROMEO.- Era la alondra, la mensajera de la mañana, no el ruiseñor..."



Confundir el ruiseñor con la alondra desencadenó el trágico final. Todo es pura confusión, de todos modos.

Querido Y., asumo que no estás, pero estás siempre. A.

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