domingo, 9 de febrero de 2014

Navegando en una caja de latidos


Bajó de la sierra despotricando contra su propia locura. Llegó a su casa, saludó y se metió en su cuarto, disculpándose: el cansancio del viaje, las muchas horas de una jornada de trabajo tan pesado... Y antes de que la buena educación la obligara a salir de nuevo, reprodujo todo el escenario. 
Su viaje a un pueblo desconocido en los montes, la espera a pie de andén, la llegada del tren de cercanías. Su asombro cuando el tren siguió la marcha y, al otro lado de las vías, un único viajero que miraba alrededor, despistado. Tendría poco más de veinte años y todo el aspecto de un adolescente caído del cielo en medio de aquella estación perdida. Entonces ella se metió en la cantina, pidió café y se lo llevó a la mesa junto a la puerta. El ángel miope esperó un rato, luego cargó la mochila y cruzó las vías. Entró en la cantina, pidió un zumo de naranja, la miró y se dirigió hacia ella, como repentinamente inspirado. Balbuceó tímidamente si ella era Niebla, porque él... Manuela dijo que no, pero que ese era un nombre hermoso. Él se sentó y le contó su historia. La misma que ella conocía al dedillo palabra por palabra, noche a noche, latido a latido, sin haber jamás hablado de cosas tan banales como la edad, las circunstancias, los marcos físicos que aherrojan las almas, etc... Hablaron, hablaron mucho, como siempre, sin que él supiera que se conocían tanto, sin que ella se descubriera, como si le pesaran sus cuarenta y tres años, su vida compleja... Comieron juntos en un bar del pueblo, pasearon por el bosque de encinas y, al caer la tarde, se dieron el teléfono y el correo. Ella dijo que tenía que volver a su casa. Él, que esperaría un poco más, por si Niebla finalmente subía... pero que estaba feliz de haberla encontrado a ella, a Manuela, tan inexplicablemente cercana a su corazón.
Por el retrovisor le dijo el último adiós y los dos sonreían con la complicidad del deslumbramiento. 
Manuela hace la cena y comenta algo con la familia. Esperará que avance un poco la noche y el silencio, pero no se pasará por el canal para encontrar al evanescente y maravilloso Humo, sino para hablar un rato con Pablo por el whatsApp. El milagro doblemente encontrado. 
No puede pensar en su gran locura. 
No puede ni quiere... Ha decidido sentir y no pensar demasiado.

16 comentarios:

  1. Es obvio que Humo y Niebla no los has cogido al azar, son situaciones tan reales y al mismo tiempo tan evanescentes... y rememorando la entrada anterior, quizá se debería haber materializado la niebla en esa cafetería.

    Un abrazo!

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    1. La niebla se disipó (es tan volátil) pero dejó materializarse a una Manuela que... ya veremos cómo maneja sus amores y desamores :)

      Un beso, Miguel!

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  2. Bonito relato que nos dejas con la nostalgia de una tarde de invierno.
    Un abrazo.

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    1. Me alegra que te haya gustado, Rafael. En medio de esa ciclogénesis del domingo, me apetecía trasladarme a otras esferas.

      Un abrazo!

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  3. Navegando en una caja de latidos… Qué bonita introducción a otra historia que, como todas las tuyas, emociona. Gracias por compartirla.

    Besos y un fuerte abrazo.

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    1. Me dio el punto metafórico para el título... y me gustó. Me alegra que te guste también a ti, querida amiga. Gracias por comentarlo :)

      Un montón de besos!

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  4. Me encanta esa "autocomplicidad" de tu relato. Solo tú lo comprendes en toda su extensión.
    Pero a mí, que solo la he intuido, me encanta.
    Mil besos.

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    1. No creas que yo comprendo en toda su extensión, pero tu intuición ya me compensa...
      Muchas gracias!!
      Y otros mil para ti.

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  5. Mmmmm, me encantan los paseos por los acantilados de la locura...
    Un texto muy hermoso y sobre todo que hace cómplice al lector.
    Un beso con mi corazón... en un puño!!

    Laura Frost

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    1. Moverse por los límites tiene su encanto, sí... y su peligro :)
      Me alegra que te hagas cómplice (en tantas cosas)
      Besazos!!!

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  6. Como siempre, gracias María. ¿Qué más te puedo decir?

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  7. Como siempre, agradezco tu amabilidad por leer mis pamplinas.
    Un abrazo, Pepe.

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  8. Tocas un tema candente, el de los contactos por internet, de una forma sutil. Dos personajes unidos por una historia similar, y una historia real que surge en medio del humo. Te has superado.

    Un abrazo.

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    1. En realidad están unidos por la misma historia, aunque sólo ella se da cuenta...
      Muchas gracias por tu opinión, José Antonio.
      Un beso!

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    2. Lo he vuelto a leer y el fallo de interpretación ha sido mío: "Hablaron, hablaron mucho, como siempre, sin que él supiera que se conocían tanto, sin que ella se descubriera..." Una historia muy bien armada.

      Un abrazo.

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    3. Leerme dos veces te hace doblemente amable, José Antonio :)
      Sí, esa era la idea, una especie de vuelta de tuerca del destino, pese a todo...
      Muchas gracias, de nuevo.
      Un abrazo.

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