miércoles, 18 de septiembre de 2013

Manuscrito en un cuaderno azul


De noche, las casas solitarias y semiabandonadas adquieren ínfulas casi góticas y se ponen a emitir gemidos y lamentos desde lugares tan poco aptos para esas manifestaciones del alma herida como el cajón de una cómoda... 
De noche, la gente insomne atiende los lamentos de un cajón como si ello fuese la cosa más natural del mundo... 
De noche, el fondo mil veces explorado de ese viejo cajón carcomido ofrece de pronto la visión inédita de una foto, un cuaderno o una caja hasta entonces invisibles... 
De noche, algunos escritos se hacen tan enormes, tan insondables, como una oscura pregunta sin respuesta...

Querida mamá, algunas veces me he preguntado por qué me eres tan ajena y siempre he eludido responder. 
Cuando pienso en ti trato de poner a salvo la imagen ideal de una madre, por eso saco brillo a los detalles con que me obsequiaste y que yo atribuía al "modelo mamá" (el modelo académico, el literario o el que veía en nuestro entorno).
Ahora hago un esfuerzo enorme para trascender los recuerdos tercamente embellecidos y centrarme en los datos desnudos. Hoy, en medio de la debacle, tocan reproches.
Te reprocho, mamá, que no me abrazaras cuando llorabas ante los recuerdos de tu hija muerta: yo estaba siempre a más de un metro de ti, de pie, viéndote besar dos rosas marchitas que sacabas de un sobre también marchito. Hablabas del dolor que sentías por la muerte de esa hija, y yo hubiera querido ser la muerta para que me abrazaras en un recuerdo tan amoroso. Reprocho tu dolor a solas (en mi presencia) por la que siempre llamabas tu hija y jamás mi hermana. Y te reprocho el metro de losas frías (una distancia sideral) que siempre había entre tu cama y mi silencio aislado.
Te reprocho que no conocí tu cuerpo, ni la fuerza de tus besos, ni el olor de tu cuello; que nunca me sentaste en tu regazo, ni me preparaste la merienda, ni me preguntaste una lección (ni siquiera te interesabas en saber si hacía mis tareas escolares)... En mis fantasías, mamá, eras un hada incorpórea que a veces salía de un cuento y me hacía feliz a golpe de varita mágica. 
Te reprocho que nunca me preguntaras si comía bien o si pasaba frío en el internado, si sentía tristeza, si tenía amigas... Que no quisieras escuchar todas las anécdotas del colegio que yo acumulaba durante el trimestre y que estaba loca por contarte al llegar a casa: tú siempre tenías otras que las superaban, o por más dramáticas o por más divertidas.
Te reprocho la expresión decepcionada de tu cara cuando me veías tan descuidadamente vestida, tan poco a la moda y tan poco sociable; cuando entendiste que no era el figurín social que esperabas. Que el quedar bien ante tus amistades fuera una prioridad, por delante de mi criterio, mi voluntad o mis sentimientos.
Te reprocho, ¡te reprocho profundamente!, que cuando murió papá te atrincheraste en tu dolor y no me dejaste consolarte; que no pensaste en ningún momento que se había muerto mi padre, además de tu marido...
Te reprocho, mamá, que te decepcioné como hija mucho antes de que pudieras y quisieras conocerme... Que a veces lo veía en tus ojos y yo entonces, mamá, me moría de pena (...)

Hay muchas tachaduras y muchos borrones de tinta (imagino las lágrimas cayendo sobre el papel) y el texto se interrumpe bruscamente en la a de pena, que extiende su rabillo hasta el borde de la hoja. 
No hay nada más en este cuaderno, solo esa explosión de dolor convertido en palabras. No hay nombres. No hay firma. Pero por la fecha del encabezado y por el tipo de letra sé quién es la autora, sé algo de su vida más o menos desdichada (no mucho más desdichada que la de otros parientes). 
También sé dónde está enterrada. 
Mañana iré al cementerio a poner flores sobre su tumba; le gustaban mucho las margaritas.
  

6 comentarios:

  1. Tan triste como hermoso. Conmovedoramente íntimo. Me ha encantado. UN abrazo.

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    1. Gracias, Josep Mª, que te haya gustado es un gran regalo para mí.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Jod******************r...
    Hermana, me has puesto el corazón en un puño.
    Salvando diferencias, comprendo a la autora de la carta.

    Un abrazo enorme, de los que borran distancias y carencias.

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    1. Recojo tu abrazo y me quedo a vivir en él, al menos un ratito :)
      Gracias por comprender. Gracias por estar.

      Mil besos!

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  3. Triste y emocionante. Uno nunca sabe donde acaba la ficción y comienza la realidad en este tipo de obras, aunque imagino que es parte de la magia.

    Un abrazo!

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    1. Es cierto, Miguel, uno nunca sabe dónde empiezan y terminan realidad y ficción: en el fondo no son tan distintas ni quedan lejos (iba a poner distantes)

      Muchas gracias por tus palabras.

      Un abrazo!

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