Siempre estas ganas de saber de ti.
Terribles, inevitables
ganas de saber de ti.
Abro tu cuenta cien veces y empiezo unos mil mensajes.
Todo inconexo, todo disperso.
Te cuento lo que sueñan mis sueños,
las hilachas de nubes que persigo,
la ropa tendida de mi patio que ahora moja la lluvia.
Que el mundo a veces me explota encima
y a veces me da la espalda.
Que vivir sin ti es muy raro
pero puedo soportarlo.
Y que tengo el corazón lleno de fé de erratas
aunque ya pasó el tiempo de correcciones.
Te digo que me hables de tus cosas,
que te extraño hasta el dolor, hasta el amor...
Tu cuenta es la de siempre, pero no,
nunca echaré esas cartas a una pura
reliquia
amordazada.
Cuando se dejan tantas cosas por decir es cuando surgen poemas como este.
ResponderEliminarAunque como bien reza el final, en ocasiones es mejor dejarlo correr.
Un abrazo!
Sí, hay que aprender a decir adios, eso que tanto cuesta.
EliminarGracias, Miguel.
Un abrazo.
Quizás todos hemos vivido situaciones parecidas, e incluso escrito letras así que luego fueron borradas y tiradas por miedo a que llegaran a su destino.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.
Seguro que todos escribimos cartas que inmediatamente tiramos (o borramos) Yo debería borrar mucho más :)
EliminarPero siempre tengo la necesidad de escribir, aun sabiendo que el destino inmediato de mis letras es desaparecer.
Un fuerte abrazo, Rafael.
Qué bien lo explicas, hermana.
ResponderEliminar?Cómo haces para que nunca me canse de leerte?
Un abrazo enorme.
¿Será que influye el hecho de que me quieres?
EliminarMil besos para ti.
Joooooooooooooooo!
ResponderEliminarMe has dejado pena y todo. ¡Que poeta estás hecha, querida!
Es muy bonito, de verdad. De esos que una recuerda cuando sale de una lectura poética. ¿No sé si me explico?
Besos gordízimos!
Me alegra mucho que te guste; que te deje pena, menos, aunque sea una penita pasajera :)
EliminarMontones de besos, Laura.
A esas erratas, soluciones inmediatas, si no pasa que el resto del tiempo futuro, lamentando quedarás.
ResponderEliminarSin esos errores muertos no nacerían estas palabras vivas.
Besitos de erratas.
Muchos besos para ti, Gloria, sin erratas de ningun tipo, y gracias por tus palabras.
EliminarBonito a la par que doloroso poema. Todos cometemos errores: ¿Y qué?
ResponderEliminar¿Y qué?... Esa es la clave: al final, no pasa nada. Una acaba apreciando la libertad deliciosa de equivocarse.
EliminarMuchas gracias, José.
Hola María ¿"Conoces un recuerdo de entonces" de Eloy Sánchez Rosillo?
ResponderEliminarTe he esperado esta tarde como nunca he esperado
a ninguna mujer: hecho un imbécil
un pobre desgraciado que miraba el reloj.
Pasaban los segundos,los minutos,las horas.
Pero tú no llegabas.
Y no sabía que hacer. Y a cada instante
me decía de nuevo que por fin llegarías.
Pero no, no has llegado.
Y ya es muy improbable que vengas. Se ha hecho tarde.
Cae la noche y aún miro
como un loco el reloj, pensando en ti , diciéndome
que esto no puede ser, que tal vea aún podría
suceder que llegaras.
Pero da igual: Ya no vendrás
Y sigo
esperándote aquí desesperadamente.
Lleno de amor, y de odio, y de tristeza.
Me has recordado este poema, pero creo que el tuyo es mejor.
Beso.
No lo conocía y ya está en "mi" carpeta: es maravilloso. Cualquiera podemos suscribir esa espera desesperada, esa inútil ternura de esperar a sabiendas de que estamos en plan imbécil... Me parece buenísimo. ¡Cómo te agradezco estos regalos!
EliminarUn beso.
Me recuerdas aquella vieja canción de El último de la fila que empezaba así: "A veces escribo cartas para no sentirme atado..."
ResponderEliminarYo, en ocasiones, escribo cuentos y en los personajes de esos cuentos percibo a gente que conocí, y sus hazañas terminan mejor que en la vida real. Qué tabla de salvación la literatura.
Un abrazo.
Una tabla de salvación con la que además podemos volar: algo imprescindible e impagable.
ResponderEliminarDicen que escribimos lo que somos y lo que sabemos, o algo así, pero está bien eso de poder cambiar -mejorar- el rumbo de algunos finales, como haces en tus cuentos :)
Gracias.
Un abrazo.