martes, 22 de enero de 2013

El piano

Mientras escucho el piano en el salón de la cubierta principal, de pronto sé, como por arte de magia, que se ha producido una catástrofe, una gran catástrofe. No sé de qué tipo, pero algo ha puesto patas arriba la realidad, o la percepción de la realidad: yo iba en un viaje de placer en un Ferry y ahora estoy en algo parecido al acorazado Potemkin; mis compañeros eran suaves individuos teledirigidos por una empresa turística y ahora son seres rudos; escuchaba conversaciones en lenguas más o menos conocidas y ahora oigo una jerga incomprensible llena de acentos duros y cortantes...


Corro a mi camarote en busca de refugio, pero al acercarme los pasillos empiezan a transformarse en algo vivo, palpitan, les salen protuberancias por los lados, crecen tumores en los ojos de buey. Una maroma me va persiguiendo todo el rato y casi me alcanza al final de la carrera. Entro en mi camarote para cobijarme allí a pesar de todo, pero no cierra la puerta porque la obstruye Carole King con el piano y las notas de su melodía. Me miro al espejo del camarote y se abre un pozo en el azogue por donde caigo a espacios de hielo azulado. Creo que me escaparé por ese frío azul, pero mi esperanza cae de golpe en una fuente de piedra y al tocar el agua se transforma en un monstruo verde que da volteretas hasta cubrir todo el barco de líquenes.
  
Bajo una luz estridente me doy cuenta, miedosa y avergonzada, de que he tenido una alucinación... Pero entre las teclas del piano veo cuervos pacientes tomando posiciones.


6 comentarios:

  1. Casi parece una escena de una película de Alfred Hitchcock... Pero, como siempre, le has sabido poner el punto y final en donde era menester.
    Bonito relato, me gusta.
    Un abrazo en la noche.

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    1. Muchas gracias, Rafael. Es un relato un poco "loco", la verdad.

      Un abrazo.

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  2. Menuda pesadilla, María. ¿Estabas dormida o despierta?

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    1. Estaba en zona fronteriza, José, en esa zona en que a veces estamos tan desprotegidos en manos de la fantasía.

      Feliz noche.

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  3. José María Araus22 de enero de 2013, 12:50

    ¡Qué dominio del relato! Sin duda aprendiste a leer y escribir en una escuela distinta. Precioso.
    Beso.

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    1. Gracias, José María. Sonrío pensando en mi escuela, que era tan distinta como lo eran casi todas las de la época (y qué difícil era acceder a lecturas interesantes :)

      Un beso, feliz noche.

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