No me vendría nada mal un jersey de ese tejido.
Pero no viniste ni yo te esperé. No hay hilos para tejer felicidad.
Mi día, ya te imaginarás: ausente.
Tuve la sensación de estar en uno de esos laberintos antiguos de piedra, estrechos y descubiertos al cielo. Paredes de piedra gris altas, gruesas y humedas, suelo empredrado como el de aquella cuesta por la que subimos una vez en Cacela Velha.
Camino sin rumbo, con la mirada atrapada entre el suelo y las paredes casi todo el tiempo. Algunas veces levanto la cabeza, miro al cielo, veo alguna gente volar, no sé por qué vuelan. Vuelvo a apartar la mirada sin dejar de caminar.
Aunque lo note sólo cuando oigo arrastrarse los zapatos sobre el suelo, sé que mis pasos son cansados. Quiero deternerme. Me siento con las piernas cruzadas, apoyo la espalda contra la pared. Está fría. Dejo de sentir el frio y pierdo la mirada. No me siento alli ni en ninguna parte.
Vacío.
No sé cuánto tiempo paso, pero me siento entumecido. Me levanto y sigo por cualquier dirección del laberinto, sin saber ni siquera por donde vine, sin importarme aunque lo supiera...
Pero esta "nota incompleta", ha tenido que tener un comienzo y por supuesto un final.
ResponderEliminarComo lector curioso sí que me gustaría saber por dónde vino tu protagonista y también por dónde se fue, ya que entrar y salir "del laberinto", no es algo fácil y ambos lo sabemos.
Un abrazo en la noche.
Sí, Rafael, las notas, como los amores, tienen principio y final, pero casi siempre entre esos dos hitos, en los tramos medios, quedan las historias mejor arropadas.
EliminarMi protagonista llegó como en un sueño -suele suceder así- sobrevoló un tiempo y luego entró en el laberinto, a ras de suelo... Creo que sigue allí.
Un abrazo, amigo.
¿Por qué nos atraen tanto los laberintos?
ResponderEliminarLo mismo somos eternas reencarnaciones del Minotauro, José, o románticos Teseos que esperan a su Ariadna para seguir un hilo creible y amable.
EliminarUn saludo.
Con tu "Triste nota incompleta" me identifico contigo en el poema de Carlos Marzal.
ResponderEliminarEL CORAZÓN PERPLEJO
Desventurado corazón perplejo,
inconsecuente corazón,
no dudes.
No tiembles nunca más por lo que sabes,
no temas nunca más por lo que has visto.
Calamitoso corazón,
alienta.
Aprende en este ahora
el pálpito que vuelve con lo eterno
para latir conforme en valentía.
Los números del mundo están cifrados
en la clave de un sol tan rutilante
que te ciega los ojos si calculas.
Ciégate en esperanza
errátil corazón,
suma los números.
Un orden en su imán te está esperando.
Desde el final del tiempo se levanta
un ácido perfume de hojas muertas.
Respíralo y respira su secreto.
Abre de par en par tu incertidumbre.
No permitas
que encuentre domicilio la tibieza,
ni 1ue este inescrutable amor oscuro
cometa el gran pecado de estar triste.
Acógete a ti mismo en tus entrañas
con tu abrazo más fuerte,
tu mejor padre en ti, tu mejor hijo,
gobierna tu ocasión de madurez.
Insiste una vez más,
aspira en estas rosas
su pútrido fermento enamorado.
En este desvarío de tu voz
se desnuda el enigma, transparece
la recompensa intacta de estar siendo.
Aquí estamos tú yo,
altivo corazón,
en desbandada.
A fuerza de caer, desvanecidos,
y a fuerza de cantar, enajenados.
¡Maravilloso poema! Como siempre, José Mª, dejas en esta cajita mucho más de lo que te llevas :)
EliminarMe guardo el texto y te doy las gracias por todo.
Un abrazo.
(Tremenda fuerza de los versos, sobre todo en la última estrofa)