lunes, 10 de diciembre de 2012

Dudas



Cuando terminó el entierro y los asistentes comenzaban a salir del cementerio, a uno de los primos del difunto se le ocurrió que alguien debería pasarse por el piso donde Antonio había vivido los últimos meses, antes de que lo hicieran sus padres. La idea era evitarles el impacto emocional añadido que les supondría encontrar restos a medio terminar de la vida del hijo. 
Es sabido que las muertes inesperadas dejan tras de sí una estela de presencias inconclusas y extrañas, que quedan suspendidas en el aire de la casa hasta que son aventadas. Y pensaban que sería más exactamente así en el caso de Antonio, que era tenido por todos sus conocidos como un hombre desorganizado, indeciso, voluble y, en general, disperso. Una broma recurrente entre los amigos era decirle que se cayó cuando chico en la marmita de la incertidumbre. 

De todas formas, nadie se explicaba cómo pudo caerse por la ventana de su dormitorio, en un octavo piso. 
Sus descuidos, dijeron. 

Acordaron que esa tarde irían dos de sus mejores amigos a revisar la vivienda. Encontraron el piso en el perfecto desorden que esperaban y, sin más, se pusieron a limpiar y recoger los restos dejados por su desgraciado propietario: ceniceros llenos de colillas, vasos sucios, pañuelos usados... 
Antes de irse fueron cerrando ventanas. En la del dormitorio encontraron, sujetos entre la pared y la cinta de la persiana, un montoncito de papeles arrugados. Se sentaron en la cama y los fueron alisando y leyendo: 

- Sr. Juez: he decidido acabar con mi vida por motivos que sólo a mí interesan. No encuentro qué sentido tiene escribirle a Vd. pero creo que hay que hacerlo, con objeto de alejar cualquier sospecha que pudiera recaer 
...
- Querida mamá: eres la única persona a quién se me ocurre escribir en estas circunstancias, y es que no quiero que sufras por mí. Sobre todo, mamá, no debes sentirte culpable de nada. He sido un raro toda mi vida, ya lo sabes, pero estoy seguro de que eso no tiene nada que ver contigo y con papá, que no se debe a ningún fallo en vuestro cariño o en las maneras de 
...
- Mi querido amor, Marisa: qué incoherente este comienzo, decir de entrada que te amo y dejarte - y dejarme- en plena explosión amorosa, cuando se genera tanta energía. Pero es que, amor mío, ya casi antes de empezar a usar este amor, veo apagarse las luces y la música que produce. Se debe a mi pesimismo. Te aseguro que esta despedida será ya la última. No me conformo con la visión de la próxima planicie de mi vida, a la que irremediablemente 
...
- Alfonso, amigo, a ti puedo decirte, en confianza, que me aburro. Me aburre comer, salir, beber, hablar, dormir... y no te cuento cuánto me aburre mi trabajo porque eso ya lo sabes. El sexo se salva, pero no compensa, por lo muy infrecuente de su uso. Bueno, ya sabes que la relación que mantengo con mi cuerpo nunca ha sido especialmente 


Había otras cuatro cartas iniciadas: una para un compañero de la oficina, otra para el presidente de la comunidad de vecinos de su edificio y otras dos más sin encabezamiento. 

Doblaron con cuidado los papeles, acordaron guardar el secreto y lloraron tristemente. Y, también tristemente, sonrieron con ternura: hasta el final, Antonio se había estado cociendo en la marmita de la incertidumbre.

8 comentarios:

  1. La verdad es que me gustan tus relatos por su originalidad y porque los llevas muy bien desde el principio hasta el final. Te felicito por este nuevo trabajo María.
    Un abrazo y feliz martes.

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    1. Muchas gracias, Rafael.
      Yo me lo paso bien elaborando mis pamplinas y si encima a ti y a otras personas os gusta alguna... Me siento feliz :)

      Un fuerte abrazo. Feliz día para ti también.

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  2. Nos gustan mucho. Muchos ánimos y sigue escribiendo. Escribir es una terapia maravillosa.

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    1. Gracias, José, procuraré seguir.
      Desde luego, es divertido.
      Un abrazo.

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  3. Me ha parecido muy coherente, tanto tu forma de redactarlo como el trasfondo del personaje. Mira por donde dejó de flotar en la marmita de la incertidumbre y fue capaz de tomar la decisión más difícil y quizás también la más valiente de todas.
    Siempre me gusta lo que escribes, tú sigue con las "pamplinas" porque yo me estoy convirtiendo en una pamplinera satisfecha.
    Besotes, María.

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    1. Procuro en este caso "comprender" al personaje -y su extrema decisión- a través de la visión externa, que siempre puede distorsionar, y de sus propios retazos escritos...
      Muchas gracias, Mafalda.

      Besos para ti.

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  4. Esos "restos a medio terminar", esa "marmita de la incertidumbre" hacen que tu cuento cale muy hondo y que sea una delicia desde el punto de vista literario. Pero cuidado: según leí el otro día, han desarrollado un programa informático en no sé qué universidad que rastrea a los personajes suicidas. Te puedes encontrar un enlace al teléfono de la esperanza el día menos pensado. Sería un epílogo genial para el cuento.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, José Antonio.

      Eso que cuentas me da un yuyu tremendo: ya me veo explicando que no está en mis intenciones inmediatas tal cosa :)

      Lo cierto es que la vida de cada uno se considera un bien de propiedad social y hasta un "Sacro" intocable, así que... Todo control sobre ella es posible.

      Un abrazo.

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