jueves, 1 de noviembre de 2012

Cuento para una noche de Noviembre


Recuerdo que una noche, siendo yo pequeño, mi abuelo me contó esta historia:

"Cuando yo tenía más o menos tu edad, hace muchos años, sucedió aquí una desgracia de las que entonces eran frecuentes: una muchacha de diecisiete años murió al dar a luz y con ella murió también su niño recién nacido. El marido tenía veintitrés años y sentía adoración por su esposa. Ante los cadáveres de la mujer y del hijo el pobre hombre escribió el epitafio para la tumba: unos versos algo ripiosos, pero muy sentidos, sobre el soplo vital que huía de su lado siendo tan joven, sobre el dolor que perduraría, sobre esa criatura efímera… Son los que están grabados en la tumba, siempre los leemos cuando vamos allí ¿te acuerdas?, su panteón es esa especie de templete de mármoles blancos y rosados que tiene en medio una urna enorme. Todos pasamos siempre a visitarlo, por deferencia y porque está en el centro de la avenida principal.

El marido entregó los versos al marmolista, hizo los ritos funerarios adecuados y enterró a la mujer y al hijo en esa urna. Fue un funeral muy largo y el duelo se despidió en la puerta del cementerio.

Al día siguiente supimos que el hombre se había matado, seguramente en cuanto llegó a su casa. Antes, escribió su propio epitafio, que completaba el que ya había dado para ser inscrito en la piedra.

Así que dos días después de enterrar a la mujer y al hijo enterramos al marido. Pero algo que él no previó, quizá porque el dolor lo tenía obnubilado, era el problema que suponía enterrar en sagrado a un suicida. Por más que la familia intentó todas las vías y suplicó que por pura pena, que por compasión… nada, fue imposible que lo metieran en la urna de mármol con su familia: lo enterraron en la parte destinada a los que morían en pecado o fuera de la Fe Católica. Esa zona que está en un apartado del cementerio, separada por una tapia del recinto sacro.

El marmolista empezó a tallar los versos en las paredes de la urna al poco tiempo. Un día dijo que no iba más a trabajar a esa tumba porque oía unos lamentos insoportables que salían de dentro de la urna y otros más fuertes que venían de fuera, desde la tapia de los proscritos. Otros obreros que trabajaban cerca dijeron lo mismo, y el propio enterrador afirmó rotundamente que eran las voces del matrimonio, que se llamaban.
Todo el pueblo comentaba aquello, de tal modo que las autoridades decidieron tomar cartas en el asunto y, con los papeles en regla, un día abrieron la urna: ante ellos estaban la mujer-niña, su hijito y su marido, todos juntos, todos intactos pese al tiempo transcurrido, todos con aspecto apacible en su tumba. Cerraron aquello y decidieron no hacer ni decir nada más sobre el asunto. Pero todo el mundo se enteró y empezaron las visitas a la tumba como si fuera aquel lugar un centro de peregrinación. La gente decía que se oían salir de allí susurros, pequeños suspiros…

Siempre creí que los obreros decían la verdad en lo de oír lamentos, aunque fuera pura sugestión, y creo también que ellos mismos trasladaron al marido a su sitio en la urna, para evitarles a los enamorados esa separación eterna. Que luego dijera la gente que se seguían oyendo ruidos es más raro, pero ya sabes cómo somos en los pueblos, tan amantes siempre de misterios, sobre todo en estos pueblos donde nunca pasa nada y nos mantenemos siempre a la espera de algún prodigio…"

…..

La voz de mi abuelo suena cerca de mí:

- ¿Oyes?... Escucha, están hablando.

- Sí, abuelo, los oigo pero no sé lo que están diciendo…

Ahora sé que es verdad, que se oyen murmullos, algún suspiro, alguna palabra diferenciada incluso...
Pero ahora mi abuelo y yo, con otros muchos parientes, estamos en el panteón número tres de la misma avenida de cipreses en que está la gran urna de mármol, y no podemos salir de nuestros ataúdes para investigar esa rareza.

13 comentarios:

  1. Lo que da sentido a la vida es la muerte, pero a veces una muerte prematura hace la vida insoportable. Un cuento muy apropiado, muy bien escrito y muy sentido.

    Un abrazo.

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    1. Gracias, José Antonio.
      Ayer, en el cementerio de mi pueblo, vi varias lápidas que "hablan" de grandes tragedias individuales.

      Un abrazo y feliz tarde.

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  2. Siempre me sorprendes con tus relatos y éste no iba a ser menos y además adecuado para esta fecha.
    Un abrazo en la noche y felicidades por tan bello cuento.

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    1. Me alegra siempre despertar algo de sorpresa, me alegra mucho que te haya gustado, Rafael.

      Cuando yo era chica, siempre, en estas fechas, nos contaban a los niños cuentos algo truculentos, siniestros; supongo que formaba parte de nuestra "formación". A mí me gustaban.

      Muchas gracias por tus comentarios.
      Un abrazo y feliz tarde.

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  3. Qué mágica dulzura. Me recordaste a las historias de miedo que acostumbrada contarnos mi abuela Mercedes a mi hermana y a mí.
    Felicidades.

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    1. Es muy probable que tú y yo, por cercanía, hayamos escuchado parecidos cuentos en nuestra infancia, José.

      Muchas gracias.

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  4. No sé como lo haces pero cada vez te superas; si eso es posible.
    Tumbas, cipreses, rosas.

    NOVEMBRO

    A respiraçâo de Novembro verde e fria
    Incha os cedros azuis e as trepadeiras
    E o vento inquieta con longínquos desastres
    A folhagem cerrada das roseiras.

    ¿Conocías a Sophia de Mello?

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  5. La conozco y la admiro profundamente. De entre los/las poetas portugueses, es una de mis favoritos -Eugenio de Andrade, Nuno Júdice, Al Berto...) Pero Sophía de Mello tiene una luz especial, su obra está impregnada de amor al mar, me seduce.

    "As grutas.
    O esplendor poisava solene sobre o mar. E – entre duas pedras erguidas numa relação tão justa que é talvez ali o lugar da Balança onde o equilíbrio do homem com as coisas é medido – quase me cega a perfeição como um sol olhado de frente. Mas logo as águas verdes em sua transparência me diluem e eu mergulho tocando o silêncio azul e rápido dos peixes. Porém a beleza não é solene mas também inumerável..."

    Gracias, 81.

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  6. Una maravilla de poeta. La he descubierto hace poco, pero procuraré comprar más libros de ella. Sólo conocía a Pessoa, pero tomo nota de los poetas portugueses que te gustan y los seguiré.
    ¿De qué libro es este poema? Yo solo tengo una antología que me trajeron de Lisboa, y aunque en amplia no lo recoge.
    Gracias, María.

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  7. Yo también los descubrí hace poco, a través de una antología: ALMA MINHA GENTIL. Antología General de la Poesía Portuguesa, de Eneida. El fragmento que puse de Sophía de Mello es el inicio de un texto largo y maravilloso, pero no sé de que poemario (tal vez Dia do mar, o Coral...). En esta antología, junto a una reseña de la autora, vienen sus obras.
    Te dejo un poema de mi otro feliz "descubrimiento":

    Eugenio de Andrade

    LISBOA

    Alguém diz com lentidäo:
    “Lisboa, sabes...”.
    Eu sei. É uma rapariga
    descalça e leve,
    um vento súbito e claro
    nos cabelos,
    algumas rugas finas
    a espreitar-lhe os olhos,
    a solidäo aberta
    nos lábios e nos dedos,
    descendo degraus
    e degraus
    e degraus até ao rio.

    Eu sei. E tu, sabias?

    (Es que Lisboa es una de las ciudades que amo)

    De Nuno Júdice tengo una edición bilingüe del libro "Tú, a quien llamo amor", una antología de sus poemas, en Hiperión. Si no fuera abusar de tu paciencia te pondría alguno :)

    No sé portugués, y sin embargo...

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  8. Yo tampoco apenas se portugués, pero su sonoridad es maravillosa. Estoy recorriendo todas las librerías de mi pequeña ciudad. He encontrado a Eugenio de Andrade y me encanta. Seguiré buscando.
    Gracias.

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  9. La soledad del indio. ¿Que pensará en su soledad, allá en el altozano, montado en su caballo? Da un poco de lástima, y sin embargo en nuestra soledad, todos somos indios.

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    1. Todos somos indios: es una buena forma de ver nuestra soledad y nuestros eventuales "extrañamientos".

      Buen día, 81.

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