viernes, 10 de agosto de 2012

El farero


Yo soy farero, y digo soy a conciencia de mezclar lo que se es y lo que se hace.

Nadie podría decir que yo haya sido un lince para la vida, pero en la cuestión del trabajo creo que acerté de pleno, o quizás un disparo ciego del azar me acertó de pleno a mí. Mi elección no es vocacional, sino de arrebato. De hecho, yo iba a ser carpintero en un lugar del interior de la meseta, como mi padre, pero conocí el mismo día el mar y a uno de sus cíclopes vigilantes: verlos y enamorarme fue todo una misma cosa, y a partir de ese momento les declaré abierta y formalmente mi amor, participando en las pocas oposiciones que se convocaban para cubrir las plazas disponibles en los faros. Tuve suerte con las estrategias de seducción.
Nunca me ha importado demasiado el aislamiento forzoso al que me reducían determinados destinos; la isla más inhóspita era para mí una sucursal del paraíso, en medio del universo constituido por el tramo de costa que jalonaba mi faro.
El oficio ha ido cambiando con los años y los adelantos de los sistemas de alumbrado, pero en sus esencias aún perviven ecos del Helesponto y de Alejandría.
Cuando empecé a trabajar, mis primeros faros funcionaban todavía con petróleo y yo siempre iba oliendo orgullosamente a una mezcla inconfundible de gasoleo, atlántico y soledad. Ahora, ya a punto de jubilarme y desde este silencio hondo con sabor a salitre, miro hacia atrás a hurtadillas, con el miedo en el cuerpo por si me he perdido la vida. Por si me he perdido. Y no lo sé.
Sé que he cuidado con igual esmero el sistema óptico de mis faros y las nidadas de aves marinas de mi entorno; que en días torturados de ausencias, me he cobijado entre las ruidosas gaviotas y he encontrado calor en sus plumajes; que un hueco en la arena me ha dado más descanso que la cama; que en algunas tormentas despiadadas estuve a punto de alcanzar las estrellas en mi huida.
Es verdad que mis contactos con el resto del género humanos han sido pocos y carentes de atractivo. Pero cada anochecer, al encender el faro, enviaba un mensaje a alguna persona inventada o soñada, imaginando un código de señales particular a partir del código luminoso de que disponía. Con los centelleos de la luz formaba palabras y frases, a veces largas cartas, otras sólo un telegrama; el ritmo de destellos y ocultaciones les ponía música. Dirigía mis luces al amigo dejado atrás, a la chica entrevista en el puerto, al maestro que trajo de visita a sus alumnos...Siempre procuré enfocar directo al centro de sus corazones.
Releo mis diarios con los apuntes profesionales. Mis anotaciones pasaron, en poquísimo tiempo, del ritual y rutinario "sin incidencias" a las historias más descabelladas. En mis cuadernos se suceden, hoja tras hoja, invasiones de piratas berberiscos, naufragios de próceres mundiales, choques entre flotas invencibles, el amor surgiendo entre cetáceos.
Con el paso del tiempo, con tanta gente desplazándose y tanta propaganda de parques naturales y lugares aislados, hasta los faros más apartados se han visto inundados por el turismo. Los últimos años se me han hecho francamente incómodos en la temporada llamada alta. Ha venido gente a mi casa a curiosear, como si mi vida fuera una atracción de feria; a preguntarme cosas tan insólitas como si me aburría, si me gustaría que me escribieran ellos, si nunca había pensado casarme y tener hijos, si mis hipotéticos hijos habrían podido ir a la escuela, si, si, si...
Yo, por mi parte, sólo sé que en unos pocos meses debo dejar el faro, y me pregunto si al jubilarme del trabajo se me jubilará la vida, tal es mi sistema simbiótico.

8 comentarios:

  1. Preciosa la descripción de este farero, que a punto de jubilarse, hace esta especie de reflexión sobre lo que ha sido su vida y profesión.
    Hay muchos párrafos cargados de poesía, quizás porque es parte intrínsica de tu escritura y también hay esa parte sensible y humana que se puede leer en todos tus relatos y sobre todo en ese final con la pregunta que se hace el farero: "....Yo, por mi parte, sólo sé que en unos pocos meses debo dejar el faro, y me pregunto si al jubilarme del trabajo se me jubilará la vida..."
    Felicitaciones por tan excelente trabajo.
    Un abrazo en la noche.

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  2. Muchas gracias por este comentario tan generoso, Rafael -muy generoso.
    Me alegra de verdad que te gusten algunas de estas cosas que "perpetro" en el silencio de las noches.

    Un abrazo, compañero de nocturnidades.

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  3. Cuanta buena literatura han propiciado los faros y los fareros.
    La han producido y la siguen produciendo, sólo hay que leer este soliloquio. Pobre farero.¿Que será de él entre la multitud? Espero que lo cuentes en otro relato.

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  4. Muy buena, en efecto.
    Te agradezco mucho tu opinión sobre el soliloquio, aunque quede algo lejos de esa buena literatura -¡generosos sois!-

    Los fareros son una especie en extinción. Hace algunos años eran unos 200 en España; ahora, con la tecnología, las plazas se van amortizando, según me dice un amigo farero... Una pena.
    ¿A que te imaginas su vida entre semáforos, coches, prisas, gente, centros comerciales, etc? Pobre, pobre farero desubicado :)
    Feliz noche, 81.

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  5. Mare, he venido a traerte un regalo y me llevo un tesoro.

    Qué bonita historia, qué carga emocional trasmitida con la delicadeza y empatía que solo tú puedes sentir. Has esbozado y dibujado capa a capa este personaje, y a fuerza de buena escritura lo has convertido, ante nuestros ojos, en un ser de carne y hueso.

    Precioso texto. Como Rafael, recalco esa frases final que es antológica.

    Besos y abrazos.

    Nota: El regalo lo tienes guardado en la estación de Taormina.

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  6. Me traes siempre un regalo impagable con tu presencia y tus palabras, Mari Carmen. Sabes bien cómo las aprecio.

    Un abrazo muy fuerte y me voy a buscar mi regalo :)

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  7. ¡Qué sublime amor a primera vista! Envidiable arrebato que duró toda una vida sin mermar un ápice esa conjugación salina, hombre y mar desde una luz.
    Qué bien lo cuentas, María.
    Tu farero tendría que haber alquilado el faro de por vida, así, arrebatadamente, para no sucumbir en el ruido espantoso de esta vida que tenemos tan mal montada.
    Un abrazo nocturno para ti y otro de admiración para el farero.

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  8. Estoy segura de que el farero te está escribiendo un poema en este momento en códigos de luz, Mafalda: te lo has ganado :)

    Un abrazo enorme y muchas gracias por tu comentario.

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