domingo, 13 de mayo de 2012

Termómetros de mayo


13 de mayo, un calor infernal se cuela por la ventana abierta.

Las golondrinas que viven desde marzo en el cajón de la persiana deben estar medio muertas, porque han pasado la noche en silencio absoluto, sin ese rascar de madera que tanto me molesta y me acompaña, todo a la vez.  
Espero que se vayan pronto a zonas más frescas.
Ahora las oigo removerse entre las lamas de la persiana; imagino que desentumecen las alas, estiran sus cabezas, menean las colas, abren los picos y se hacen, en definitiva, la puesta a punto que corresponda a su naturaleza volandera. Tendrán hambre y necesitan espabilarse. En cuanto se sacudan el sopor, las que hayan sobrevivido a esta noche de verano anticipado saldrán volando a buscar comida... 
Una, dos... Sólo dos revolotean.

Yo sigo en la cama viendo pasar nubes en hilachas blanquecinas por un cielo casi blanco también, de pura calima. Ahorro energía para el resto de calor de hoy. La radio apagada por falta de pilas me recuerda que tengo que comprar pan y, como las golondrinas, pese al calor, empiezo a pensar en desperezarme mínimamente -estirar brazos, levantar cabeza, mover piernas- y ducharme y vestirme para salir a buscar comida antes de que los termómetros empiecen a acumular grados sin miseria y sin compasión.

2 comentarios:

  1. Gracias por respetar tu nido de golondrinas. Quién respeta a las golondrinas se respeta así mismo. De jovencito participé en numerosas campañas de sensibilización social para el respeto en la ciudad de los nidos de golondrinas, aviones y vencejos. Tu texto nos hubiera servido, en aquellos lindos años, de mucho apoyo.
    Un abrazo
    Pepe

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  2. Pues me hubiera gustado apoyar esa causa, desde luego. Las golondrinas llegaron a mi ventana hace unos 15 años: se instalaron ahí y regresan fielmente cada año; me acompañan durante unos meses y luego se van.
    Gracias por tus palabras, Pepe.
    Un abrazo.

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