lunes, 14 de noviembre de 2011

Tormenta de otoño





Ningún asunto pendiente, nada me retiene...

La rutina, sólo ella pone cordura en la sucesión del tiempo y sus ajustes.
Podría irme a otro sitio a divagar, a leer poco, a escribir menos,
a seguir olvidando a la guitarra en su rincón,
a pasear por las orillas de los días.
Podría...

Pasó el tiempo de noviembre con luna llena.

Siento que vivo en una nube y no sé si estoy cómoda aquí,
mis nubes suelen deshacerse.
Cualquier viento -un simple soplo- un poco de lluvia
un avión que pasa... y las nubes se deshilachan
y desaparecen.

¿Y quién o qué me ata?
Tal vez una cometa sea ejemplo para mí: suelta y anclada a un cordel...

Veo descargar la tormenta en este día oscuro, casi negro.
Anoche soñé con una golondrina que quedó atrapada en el alero de la ventana mientras su grupo volaba hacia el sur. Ella intentó salir, pero los rayos le hirieron las alas. El cristal estaba entre nosotras y era como un velo de tristeza transparente. Sus alas y mis dedos tocando esa tristeza...

Me asusta que la golondrina, tan frágil, tan pequeña, quede aislada en ese alero.
Su imagen trae aromas de marzo,
recuerdos de mundos inconsistentes,
espejismos de la razón o del corazón
que es a veces tan razonable y a veces lo es tan poco.

Sigue la tormenta.
No hay golondrinas atrapadas en mi ventana, todas se fueron al sur.


1 comentario:

  1. Dices que la golondrina desapareció de tu ventana, igual que la rutina que tan parecida en sus días hace que no nos demos cuenta de cómo se modifican poco a poco los objetos, personas, hábitos que la componen. Por ello, no hay motivo para quedarse siempre parada, viendo pasar el tiempo mientras éste te absorbe. Pero si llegamos a ese punto, conscientes de que ya no hay asuntos pendientes y que nada te retiene, es el momento de divagar sin miedo por esos nuevos mundos que te guardas, porque aunque noviembre se llevó su luna llena, en diciembre, otra te espera.

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