miércoles, 23 de noviembre de 2011

Hay noches... y noches


Hay noches que parecen más largas y más sombrías de lo normal.
Algunas adquieren una atmósfera casi fantasmagórica por ciertos detalles, a veces evidentes, a veces difíciles de precisar.

Anoche me acosté dispuesta a dormirme enseguida, pero fracasé rotundamente en mi empeño.
Tenía la cabeza llena de "ruidos" referentes al pasado inamovible, al futuro inexistente, a previsiones imposibles, a esperanzas vanas y desesperanzas igual de vanas... Todo lo que sé que es inútil alimentar de día, de noche me asalta.

Después de dar varios cientos de vueltas por encima de la cama decidí salir de esa trampa antisueños y hacerme una infusión caliente. Era ya muy tarde, o quizá demasiado temprano, pero tomaba mi infusión dispuesta firmemente a terminarla y dormirme enseguida. Me puse ante la ventana del dormitorio con la taza en la mano a ver caer la lluvia lenta y persistente en la calle vacía. Era tan tenue esa lluvia, que sólo podía verla mirándola pasar ante las luces de las farolas y caer en los charquitos de las aceras levantando pompas...

Estaba en esa contemplación más o menos narcotizante cuando de pronto el escenario se animó: un coche se estampó como un bólido contra la puerta del taller mecánico de enfrente; unos chicos salieron de ese coche y empezaron a forzar la puerta metálica con palancas. Se movían entre el coche empotrado y la puerta desvencijada con cierta gracia, como si llevaran ensayada una coreografía. Llegaron de pronto dos coches de policía, se pusieron a ambos lados del coche estrellado, salieron de ellos unos cuantos agentes y rodearon a los atracadores... Ya digo, como una película. 
Pero todo era muy raro, rarísimo, porque ese espectáculo apabullante se desarrollaba en silencio absoluto: unas escenas que debían ser de puro estruendo, eran perfectamente silenciosas.
Yo escuchaba el rumor suave de la lluvia en la calle pero no los ruidos que debían estarse produciendo, inevitablemente, en la acera de enfrente.
Pensé que me habría quedado sorda de repente para los sonidos fuertes y puse la radio para comprobar o refutar la tesis: escuchaba claramente las voces de "Hablar por hablar" en la cedena SER, pero nada de lo que ocurría en la calle. Los policías y los chicos se refugiaban de la lluvia en los portales aledaños, en un totum revolutum desconcertante, como si fueran componentes del mismo grupo, con los tres coches allí parados... Y todo estaba en silencio, todo, menos el susurro del agua cayendo leve tras la ventana y la radio que sonaba en la mesita.
Pienso que quizá haya una explicación física que justifique esto, algún fenómeno acústico... ¡qué sé yo!
Pienso también que me estoy volviendo loca.
De nuevo.
No para de llover...

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