jueves, 10 de marzo de 2011

Cotidianidad.



Como siempre, me meto en historias sin sentido.
Sin sentido, sin sustancia, sin futuro y, lo que es peor, sin ganas. 
Esto es curioso; porque después de escribir estas palabras que me salen directamente de las tripas, lo que me queda -me sobrevuela la consciencia- es que me meto en historias por puro aburrimiento, por simular que vivo emociones, aunque sean pequeñas, por creerme "interesante" y capaz de tener variaciones en mi cotidianidad, tan lineal.
Me gusta mi vida. Sé que no tiene grandes aventuras ni grandes luces, pero tampoco tiene sombras ni contrariedades que dejen los días temblando de desfallecimiento. Me gusta mi ritmo lento y apacible, mis cosas a la mano: los libros, el ordenador, la radio, las zapatillas de caminar. Me gusta no tener horarios fijos a los que responder. Me gusta tener a mi gente cerca, mis hijos y mis niños, mis amigos (amigas fundamentalmente y fundamentales ellas mismas en mi corazón), los "amigos" virtuales con los que puedo compartir algunos intereses literarios, algunos ratos de charla...
Hago esta lista de cosas que me tienen "contenta", sin tirar cohetes pero contenta, para llegar a reprocharme finalmente que me entusiasmo en un momento con hacer un nuevo amigo. Luego casi siempre me decepciona mi conducta, la del otro o ambas.
Es que muchas veces surgen situaciones que me recuerdan peligrosa y atractivamente la que viví con tanta emoción hace poco (y hace más de un año ya que terminó). De manera inconsciente me dejo llevar por elementos que me parecen similares o que yo, con una buena dosis de pensamiento mágico, comparo y veo similares...
Es que sigo embrujada bajo la luz de Sirio.

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