martes, 1 de febrero de 2011

madreselva


Yo, que pensaba que sería un viaje de tintes poéticos a la casa de mi historia, vuelvo inmersa en prosa desatada de un lugar que no me acoge con la cordialidad de siempre, o con la que esperaba ser recibida: mi casa estaba fría de ausencias, y como rencorosa.
Dos palmeras tronchadas por el tallo, algo que nunca pude ni suponer que sucedería en esos árboles de troncos gordos y bien afianzados en la tierra, la jacaranda rota y con un destello de ramita nueva queriendo renacer, una buganvilla que rompe las vallas y otra que se resiste a vivir, un columpio inundado de madreselva que había servido repetidamente (por su aspecto) como paritorio de gatas...Ya veis, apenas duré allí unas horas y me largué a instalarme a otro lugar. Me acompañó de todos modos una tristeza imprecisa y pesada que ha remoloneado varios días.

Cuando regrese, pronto, me haré con la situación por el sistema de limpiar todo ese aspecto de desolación vegetal.

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