martes, 8 de febrero de 2011

En espera

Al otro lado de la ventana el día está sumergido en un mar de leche. No veo las casas de enfrente. Las palomas del barrio se esconden en los pretiles de las ventanas, en balcones y tejados; algunas se han refugiado entre los tiestos de mis macetas, no vuelan desde hace rato y picotean desganadas las hojas de hierbabuena y del llamado falso incienso.

Frente a este día de consistencia lechosa tomo café muy caliente y muy amargo. Miro por la ventana sin ver más que el blanco húmedo mientras suena cerca, en un viejísimo transistor, "La suite del mandarín maravilloso" y Béla Bartók pone lirismo en esta plasta.

Como las palomas desvalidas entre los tiestos, siento que me voy parapetando entre muros de palabras perdidas, en profundas trincheras de palabras.
No me asusta la bruma fría pero mete en mi ánimo la punta helada de un carámbano.

Mañana estaré en la playa y el sol saldrá justo por delante de mi casa: primero los tonos anarajandos, luego el arco rosa sobre el horizonte plano del mar, y luego la bola entera de amarillo rabioso irá abriéndose camino cielo arriba, pintando la costa de color ocre y dando forma y dinamismo a las olas, que ya se verán entre azules y plateados. ¡Qué acontecimiento!... cotidiano, gratuíto, poco valorado.

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