sábado, 7 de diciembre de 2013

Los nombres de la guía

Lunes, 8. 
Llevamos tres días de Poniente. 
Mientras desayuno, pienso si sería posible adiestrar a las gaviotas para que lleven y traigan mensajes... Tendría miles de mensajeros disponibles cada día: todas estas aves chillonas que se vienen a revolotear por encima de mi casa en cuanto huelen las tostadas... Escribiría cada mañana un mensaje breve y se lo ataría a una de ellas en una patita, la dejaría volar a su antojo y esperaría... ¿De dónde vendría la respuesta? ¿de quién? ¿qué me diría?
Mi fantasía y las gaviotas vuelan libres.
Llevamos tres días de puertas cerradas contra un viento que nos vuelve locos.

Martes, 9.
Cojo la guía de teléfonos. Es del año 2002 pero me da igual. Abro por la primera página y voy leyendo nombres. Decido escribir mensajes aleatorios a los nombres de la guía de hace once años. Sigo rigurosamente el orden alfabético. No tengo tiempo de adiestrar gaviotas pero, de todas formas, escribiré mensajes contra el vacío.

Jueves, 11. 
Tengo escritos doscientos diecisiete mensajes. Estoy compulsiva. Ya voy por la letra C (por un/a tal Contreras López, J.) Aún no he mandado ninguno. Tengo que decidir si irlos enviando en el orden alfabético en el que están ordenados o clasificarlos por tipos o categorías. Esta noche lo pensaré.
El Poniente sigue golpeando, más débil. 
He descartado la mensajería de las aves, por meramente absurda. 

Domingo, 14. 
El día amanace despejado; yo, en cambio, bastante nublada.
Llevo días atascada. Estoy en la letra F y no se me ocurre qué decirle al señor o señora Fernández Trujillo, L. Sin embargo, el viernes empecé a echar al buzón de la plaza los mensajes, en sobres pequeños, con las señas claramente puestas. 
Ahora que el viento ha desaparecido, me da risa la idea esperpéntica y romántica de las gaviotas mensajeras... 

Miércoles, 17.
Encuentro en mi buzón la respuesta de un (o una) Domínguez García, A. Entro como loca en la cocina con el sobre color crema en una mano y la bolsa con las lechugas en la otra. Rasgo el sobre con manos temblorosas. Desdoblo una cuartilla blanca amarillenta donde pone, en letras de molde: ME AHOGO EN UN LUNES PERMANENTE... VEN.
Recuerdo que mi abuela me decía muchas veces que comportarse como una loca conduce irrevocablemente a la locura, y a ver ahora qué hago...
¿Dónde vive A.? Lo busco nuevamente en la guía, porque A. no ha puesto dirección de remitente. Vive a unos noventa kilómetros, en otro pueblo junto al mar... 
Me preparo un café y decido que voy a ir. 

Jueves, 18.
Mañana cojo el coche y la carta y me voy a rescatar a A. de su lunes inmisoricorde. Ojalá pudiera volar y así parecería que soy la gaviota mensajera que querría ser.

Lunes, 22.
He vuelto a mi casa solitaria en mi aldea solitaria. 
Las gaviotas se estaban dando un festín de gusanos en el porche cuando aparqué el coche. Ni siquiera salieron volando al verme; creo que han adquirido una especie de derecho consuetudinario sobre esta casa, así que siguieron ahí, picoteando y mirándome con descaro. 
En casa de A. no había nadie. Unos vecinos me dijeron que ese señor llevaba muerto y enterrado siete años (recalcaron lo del enterramiento cuando yo insistí en que tenía carta suya de unos días atrás). 
Sin embargo, al llegar, he recogido del buzón otro sobre igual, con la misma tinta y letra del anterior y el mismo remite (nombre, sin señas). Aún no lo he abierto. Estoy cansada... 
Quizá mañana.

20 comentarios:

  1. "Me ahogo en un lunes permanente"...me encanta leerte. Un abrazo.

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    1. Me alegra que me leas, que te guste me encanta a mí :)
      Y te lo agradezco enormemente, Conchy.
      Un abrazo!

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  2. Puede ser un guión interesante para un relato más amplio. ¿Te animas...?
    Un abrazo.

    Pd... Que conste que lo leído me ha gustado mucho, de ahí esta sugerencia.

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    1. Ya me gustaría tener tirón para las largas distancias, Rafael, pero soy toda indisciplina y pereza... Cuando empiezo algo tiene que ser corto como un impulso, porque sé que si lo alargo lo dejaré a mitad de camino...
      Como curiosidad, un apunte: empecé una novela que "comenzaba" cuando yo (vaya, una chica de 14 años) salía del pueblo para estudiar interna en un colegio, en la capital de la provincia... Esa chica todavía está girando la cabeza para mirar las últimas palmeras del pueblo, antes de que el autobús pase de la curva donde, definitivamente, dejará de ver la única geografía que conoce. Ya ves...
      Muchas gracias por tu apoyo, por tus sugerencias, por todo.
      Besos!!

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  3. Eres grande, hermana, muy grande.
    Esa inquieta cabeza tuya tiene una forma tan especial de mirar el mundo...
    Te adoro.
    Besos.

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    1. Tu mirada me engrandece, querida mía, eso es lo que pasa :)

      Miles de besos!!!

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  4. Muy bonito, y un poco triste.

    Esperemos que no sea un demente.

    Un abrazo!

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    1. No sabemos, Miguel. A la mujer de las gaviotas le han dicho que se murió hace tiempo, pobre...
      Más bien ella parece un poco enloquecida, serán los vientos esos :)
      Un abrazo enorme!

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  5. Me parece que ya te lo conté. La pasada primavera un grupo de amigos intentamos inundar la ciudad de poemas. Los escribimos en folios, hicimos aviones de papel y los lanzamos por las ventanas. Esta primavera llovieron poemas, ha dicho algún periodico local.

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    1. Creo que no, 81, creo que recordaría una actividad tan bonita... y con esos resultados absolutamente poéticos: llovieron poemas, dice el diario. He tenido la visión de la lluvia de mariposas amarillas en Macondo (¿eran mariposas o flores?)
      Si pensáis hacer de nuevo algo así, me encantaría colaborar haciendo aviones de papel :)
      Un beso!

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  6. He mirado en mi buzón por si había un mensaje tuyo pero no, claro, no llegaste a la P. Lástima, me hubiera gustado.
    Emotivo, original, inquietante.
    Un abrazo.

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    1. ¡Qué gran sonrisa tengo mientras te leo!
      Lástima que no llegué a la P, sí, pero espera el próximo Poniente y sus secuelas :)
      Muchas gracias, Josep Mª.
      Un abrazo!.

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  7. Cuando murió José Arcadio, Macondo quedó enterrada bajo una lluvia de flores amarillas. Cuando iba a aparecer en el pueblo Mauricio Babilonia aparecían siempre con el las mariposas amarillas. El amarillo siempre el color de la muerte para el eterno Gabo. Tu cuento, mi Mare, es enorme por una razón: has sembrado la cosecha que cada uno puede recoger cuando quiera y para cada uno serán frutos distintos.

    ¿Cuantos besos te debo? Exijo pagarlos ya.

    J.

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  9. Te nombro mi gurú literario, J. del Norte, el que es capaz de conducir mi mala cabeza por las sendas amarillas que trazan flores y mariposas desparramadas. El amarillo es también para mí un color importante (quizá lo aprendí en Macondo).
    Lo que dices de este cuento vale mucho más que el cuento :)

    Iré a cobrar esos besos y a pagar los míos.

    De momento, que vuelen unos cuantos

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    1. Anda usted apañada si me nombra gurú de cualquier cosa, prenda, pero es que, últimamente, parece que transita usted entre extranjeros y las calles de Comala. Lo que, bien sabe dios, no es mala senda.

      Recibidos besos aéreos. Stop. Remito los nuestros acompañados de abrazos. Stop.

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  10. Parece francamente necesitado de consuelo el remite de la carta, porque vivir en un lunes perpetuo suena a rollazo. Pero eso de morirse no se hace, ni siquiera a una desconocida.

    Un abrazo.

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    1. Desde luego, qué falta de consideración... :)

      Un abrazo, José Antonio.

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