lunes, 11 de febrero de 2013

Elisa

Elisa, dando tiritones, sacó de un arcón una manta con olor a alcanfor. El armario de donde sacó las sábanas también olía a alcanfor. Todos los armarios, todos los cajones huelen igual y eso comenza a irritarla. También a trasladarla a los años en que las polillas eran espantadas de las ropas así: con bolitas de alcanfor.
Ha llegado a la casa hace sólo unas horas. Hace frío. Los muebles tienen una capa espesa de polvo. Del mar sube una boria que empapa las paredes y dejan un reguero salobre, como de lágrimas, por toda la casa, y se mete en el alma, y llega a los rincones más hostiles del recuerdo. La boria llena de espectros de ahogados, decía su abuela, que siempre contaba los cuentos más tenebrosos que podía imaginar.
Anda sobre las hojas podridas del jardín, sobre los gusanos muertos que caen de los pinos. Piensa que todo allí es como ceniza fría; que si se queda, su vida será pura ceniza con olores de alcanfor y boria pegada a los zapatos, eternamente. Piensa en el gran embrollo que la llevó a confundir la literatura con la vida, o al contrario, y que ya no sabe corregir ese absurdo malentendido.
En un cajón de la cómoda, que también huele a alcanfor, encuentra la pequeña libreta de pastas de cartón, donde su madre pintó, en el centro justo, un barco llamado Evasión. Siempre le gustó esa libreta que su madre no le permitía coger. Las pastas del cuaderno son marrones, el barco es de color azul, el nombre lo dejó en vacío, por eso es marrón también. Sus anotaciones se suceden monótonas en letras grandes y desordenadas que no respetan renglones. "Mi madre pintaba con mucho mimo pero escribía a lo loco".  De vez en cuando, el dibujo de un pájaro, de unas olas en medio de una frase. Su mala letra le hace añorar sus manos de hada, su mirada distraída de lectora de novelas románticas, su amable lejanía. Cae una foto pequeña de la libreta. Su madre, en primer plano, sujeta con las dos manos un sombrero blanco de grandes alas que el viento pretende arrebatarle. Sus ojos tienen el color de la libertad, su sonrisa arde como el fuego para la persona que hizo esa instantánea...
¿Por qué nunca vió esa sonrisa en su madre?
¿Por qué no vio en su mirada esas chispas tan  libres?
¿Por qué no embarcó en su dibujo azul?

Elisa decide quedarse en la casa... 

14 comentarios:

  1. Bonito relato, siempre con ese toque especial que sabes impregnarlos y que hace cerrar los ojos al final.
    Un abrazo y feliz lunes.

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    1. Gracias, Rafael, tú siempre con tu toque especial de generosidad.

      Un gran abrazo.

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  2. A veces las decisiones que tomamos en un momento determinado de nuestra vida, no es la correcta y esa pena queda aguada en nuestros ojos para siempre, sobre todo si son de amor.
    Besos de gofio.

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    1. Sí, muchas veces nos siguen entre la boria los fantasmas de nuestros errores... Por fortuna, siempre hay días de sol que disipan algunas sombras, aunque temporalmente.

      Muchas gracias, Gloria.
      Besos!!

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  3. Nunca sabemos qué cosas nos harán tomar una decisión y no otra.
    Me ha encantado, María, pero eso no es novedad.
    Estás tocada por el Ángel, te lo dije hace mucho, pero no te da la gana de creerlo.
    Un abrazo, mujer de poca fe.

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    1. De poca o ninguna fe, como el chiste :)
      Sin embargo, mi fe en vosotros y en que algo mío os llegue es imperturbable.
      Gracias, Vichoff.
      Muchos besos!!

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  4. La vida esta llena de preguntas que tan sólo nos llevan a formularnos más preguntas.

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    1. Algunas de ellas son como hidras, con siete cabezas llenas de formularios... Unas se atienden, otras se dejan atrás.
      Un abrazo, Pepe.

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  5. ¡Qué bonitooooooooo! Tiene ese tinte melancólico del mar, del mar que tanto a ti te gusta, claro. Algunas casas son como algunos amantes, resulta completamente imposible deshacerse de ellos. De una manera u otra, siempre persisten.
    Tu cuento es mucho más hermoso que todo esto que yo estoy diciendo, claro.
    ¡Mua! (En toda la cara)

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    1. No sé por qué, algunas casas se quedan con los fantasmas pegados a las paredes y no hay forma de que se vayan: allí fuman, hablan, participan de la vida doméstica con el mayor desparpajo... Podemos hacer una tesis sobre la persistencia de casas y amantes :)

      Otro besazo para ti!!

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  6. Precioso, María. Impregnado de un pasado que se quiere convertir en presente, con esa "boria" (desconocía la palabra)que puede hacer que esa sonrisa fotografiada se encuentre entre el salitre y un barco azul. Tiene razón Rafael, cerramos los ojos al final, y nos vamos tras las olas buscando los ojos del color de la libertad y las huellas de esos instantes de felicidad sobre la arena mojada.
    Un abrazo.

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  7. Muchas gracias por tu comentario, Mafalda; me emociona tu referencia a "la sonrisa que se encuentra entre el salitre y el barquito azul": creo que es una certera metáfora de esa vida fotografiada en un instante.

    Un fuerte abrazo.

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  8. Muy bonito y melancólico María, si pusiese todos los relatos que me gustan en mi blog prácticamente se convertiría en un plagio del tuyo.

    Un abrazo!

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    1. Te agradezco mucho el comentario, Miguel; ya sabes que puedes coger de aquí lo que quieras.

      Un abrazo.

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