jueves, 4 de octubre de 2012

La marca del camino



Al recoger del tendedero el saco de dormir, he sabido con las tripas que el camino de este año había terminado. Fin. 
Mientras lo doblo para guardarlo, me llega el olor del hinojo y el romero que se metieron allí por descuido y que han impregnado el tejido resbaladizo. Meto la cara en la bola suave del saco enrollado y huelo el rastro de los días pasados.

Voy respirando los senderos de la llanura, la lluvia fina de los primeros días, los pueblos de piedra oscura y blasones, las casas de paredes de adobe -entre el barro marrón sobresalían hilos de paja dorada que brillaban al sol de la tarde, como un bordado en oro sobre el barro seco-, las rachas de viento en el páramo, el sol, los montes finales...
Aprieto más la cara contra el saco y aspiro la imagen de las personas que he encontrado: unos han pasado ligeros diciendo "buen camino", otros han andado algún tramo a mi lado, algunos se han convertido en compañeros importantes, algunos en amigos.

Mientras respiro el olor del saco, siento la libertad de ese Camino que me enseña tanto. Me enseña lo fácil que resulta vivir en el "aquí y ahora", disfrutando de cada momento como si fuera único; me enseña a escuchar a mi cuerpo: si me canso paro, si tengo hambre como -si no llevo comida me fastidio-, si me lesiono procuro curarme y seguir... Si voy con compañeros valoro la compañía, si voy sola escucho a los pájaros.

¿Y ahora qué?... Ahora que me había acostumbrado a descubrir cada día un paisaje distinto, un pueblo nuevo, unos desconocidos amables. Ahora que me enamoraba de golpe una iglesia de asombroso interior desnudo o la poesía de un amanecer en los montes. Ahora, que al volver una esquina o bajar una cuesta, podía reencontrarme con "amigos" que creía ya perdidos y caminar juntos otro rato, hacernos mil confidencias, compartir chocolate y reirnos por nada. Ahora que ya no recordaba mi procedencia ni mi destino y sólo sabía el nombre del lugar que me acogía... 

¿Que hago ahora conmigo?... Miro mi mochila en medio del salón y pienso en salir de nuevo con ella, volverme a las sendas del norte a caminar sin más rumbo que el marcado por las flechas amarillas y sin más objetivo que encontrar un albergue con una litera libre para cuando esté cansada. Echo en falta todo eso y mucho más: la ligereza de mi equipaje, las tardes lentas, las sonrisas enormes, los idiomas diversos alrededor de una misma mesa. Echo de menos el adiós de un amigo que me abrazó llorando en el recodo de nuestra despedida: cada una de sus lágrimas era un regalo inmenso de cariño envuelto en emoción transparente, como un celofán líquido y tibio. 

Me despego del saco sintiendo en el alma la marca del camino. 
La marca del camino es esta sensación de extrañeza que mantengo durante muchos días cuando regreso a casa; la sensación de vivir sobre una cuerda, como una funambulista que mantiene a duras penas el equilibrio entre el mundo habitual que me sitúa en coordenadas "sensatas" y el mundo desmarcado del que vengo.

¿Y ahora qué...?
Ahora tengo que ir desaprendiendo los días vividos tal como llegaban, paso a paso, días tan al margen de la realidad cotidiana, tan al margen de rutinas, que acabas por olvidar que éstas existen.
Ahora mi espíritu nómada se siente atrapado y perdido en las habitaciones de mi casa, y se rebela en formas raras.
Ahora los días están desubicados...






4 comentarios:

  1. Yo he regresado hace unos días de esa experiencia y estoy deseando de que llegue el fin de semana para volver a escapar, de nuevo, (aunque sea por unas horas), a vivir intensamente esa "soledad compartida", en y con la naturaleza, en y con otros compañeros, en y con-migo mismo...
    Espero que el domingo la lluvia no extropée el paseo y que la ruta desde Vegabaño a Amieva sea tan maravillosa como la que realizamos hace unos años.
    Un abrazo y bienvenida al mundo de "la realidad virtual".

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    1. ¡Qué bien, Rafael! Yo no conozco esa zona, que sé que es preciosa por noticias directas :) Según las previsiones, no habrá lluvia el domingo (quizá algo por la tarde), así que seguro que será una ruta tan maravillosa como esperas. ¡Ojalá!
      Muchas gracias por tus palabras y por esta bienvenida con abrazo.
      Uno muy fuerte para ti esta tarde
      que no sabe que ya es otoño.

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  2. José María Araus4 de octubre de 2012, 23:46

    ¿Llegaste a Fisterra? Yo estuve allí el día 21 y en Santiago el 18. Tal vez eras la mujer que saludé y estaba dejando sus ropas viejas en Finisterre. ¿Nos cruzaríamos en el Camino? si te refieres al mismo Camino.
    Bueno aparte de eso yo vivo en una ciudad del Camino, así que lo recorro a diario.
    Qué alegría volver a leerte.
    Beso.

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    1. :) Qué alegría encontarte.
      Hablamos del mismo Camino, pero en tramos diferentes: yo anduve este año de Terradillos de los Templarios a Ponferrada.
      Iba a ir a Fisterra en mayo pasado pero no pudo ser; tal vez la próxima primavera. Me hubiera gustado ser la mujer que saludaste, un día pasaré por tu ciudad y te saludaré. La magia funciona bien por allí.
      Un beso.
      (Gracias. Tú no lo sabes, pero necesitaba unas palabras amables y las has mandado justo a tiempo)

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