lunes, 8 de octubre de 2012

Canción de otoño


Germán llega a su taller de zapatería siempre a las nueve menos diez, prepara las herramientas y se sienta para ver llegar a su vecina de enfrente. Cualquier día saldré a saludarla de verdad, no con este gesto distante de cabeza. Cualquier día saldré, sí...


Agustina abre su tienda a las nueve en punto. Cada día el mismo ritual: mira brevemente al zapatero de enfrente, saluda educada con un gesto de la cabeza, busca las llaves en el bolso, abre la tienda y empieza a colocar en el escaparate los ovillos de lana de colores. Un día me atreveré, pasaré a saludarlo antes de abrir. Eso haré.


German trabaja contento. Mientras pone unas medias suelas o asegura un tacón, puede ver a su vecina con sólo levantarse de su banco de trabajo y mirar al otro lado de la calle. Le gusta la manera en que sonríe a sus clientes, su forma lenta de moverse, de coger los ovillos de la parte alta de la estantería; le parece que pone una gran ternura cuando le ofrece a las embarazadas lanas de colores pastel para ropita de recien nacido. Cualquier día iré a invitarla a un café, le caeré bien, nos enamoraremos.

Agustina acaricia las lanas a veces sin darse cuenta, mientras mira a hurtadillas, desde el escaparate, al zapatero concentrado en la reparación del calzado. Imagina sus manos precisas y duras. Un día iré al taller, nos enamoraremos. Cuando cerremos los negocios iremos juntos a casa cogidos del brazo, andando despacito y contándonos las anécdotas del día. Seremos felices.

A las ocho y media cierra Agustina. Lanza una mirada fugaz y como distraída a la zapatería y echa a andar por su lado de la calle, acera arriba.

Cuando ella desaparece al girar en la esquina, cierra Germán y echa a andar por su acera, calle abajo.

Soñó que las manos fuertes del zapatero acariciaban sus manos. Se despertó de golpe. Se levantó decidida a cruzar la calle y hacer la visita que deseaba hacer desde hacía años. Se vistió y peinó con especial esmero. Cuando llegó, temblorosa y sonriente, a la puerta de la zapatería, un cartel orlado en negro decía que el taller estaba cerrado por defunción. Cruzó a su tienda.
Lloró poniendo mucho cuidado en no manchar los ovillos de lana que colocaba en el escaparate: ese día tocaban colores tierra, por el otoño.

8 comentarios:

  1. ¡Qué relato tan bonito y tan extraordinariamente relatado!, ¡qué ternura hay en cada párrafo!...
    El final, es ese final triste que nadie quiere ver, pero en este caso no empaña el contenido, ya que la esencia está en la vida que viene, que surge, golpea con fuerza el corazón y que cuando, a veces, tratamos de ir hacia ella para recoger su latido, no la encontramos ya porque llegó un otoño, y nos ha dejado esas hojas doradas que lucen por el suelo con nuestros sueños
    Un abrazo en la tarde.

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  2. Me alegra mucho que te haya gustado, Rafael.
    Fui a la mercería del barrio a comprar algo y vi a la dueña mirar al local de enfrente, cuyo dueño a su vez miraba en mi dirección (osea, la de la mercería)... y yo enseguida empiezo a fantasear vidas y sueños ajenos, ficticios pero posibles. Y ojalá probables, si ayudan a vivir con ilusiones.

    Gracias por tu ayuda constante.
    Un abrazo.

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  3. Un relato intimista y muy bueno, me recuerda a algunos de Medardo Fraile, tal vez "La cajera" si no lo has leído te lo aconsejo. Es una maravilla, como éste.
    Beso.

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  4. Tomo nota de tu recomendación para leer ese relato y otros del autor, que no conozco -mi ignorancia me abruma cada día más-
    Agradezco mucho tu opinión, 81, mucho.
    Besos y feliz noche, ya avanzada.

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  5. Me ha transmitido muchísimo el relato, entre este y el de "La extraña visita" tengo la sensación de haber hecho un gran descubrimiento con estas "pamplinas".

    ¿Te importaría que en un futuro lo pusiese en mi blog? (por supuesto con un enlace a este blog y con tu nick en la autoría)

    Un saludo !

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    1. Para mi ya es un honor que los leas y te agradezco enormemente la opninión que manifiestas.
      Que quieras ponerlos en tu blog es algo que multiplica ese honor de forma increíble, DKTMK7.

      Un saludo y un abrazo.

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  6. Me temo que al deambular por las calles miraré ahora con una mayor dosis de ternura los locales cerrado y en traspaso pues lejos de la economía que los rige laten maravillosas historias que María supo ver y maravillosamente relatarnos...
    http://fragmentsdevida.wordpress.com/2013/06/06/amores-cotidianos-80-amor-en-la-trastienda/

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    1. Gracias por tus palabras, Fco. Javier.
      Me gusta recrear las historias que puedan esconderse entre cajas y herramientas de la vida cotidiana, al margen de los rigores economicistas que tanto nublan la visión.

      Un abrazo.

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