miércoles, 5 de septiembre de 2012

Me despido del mar



Me despido del mar ya de color septiembre, y él, como el gran amante que es, me envuelve en un inabarcable abrazo de ola. 

Buceo entre las rocas poco profundas cercanas a la orilla; el tiempo es de mar en calma y se puede acceder fácilmente a nado. Me apena ver el cambio que se produce en la costa cada año, el cambio de las algas, la ausencia de seres frecuentes en mi infancia. Hace mucho desapareció de aquí toda la posidonia y ahora un alga que se deshilacha babeante ha colonizado las rocas y las piedras del fondo. No veo un solo erizo, ni una estrella, apenas unos cuantos cangrejos asustados y unas lapas, probablemente muertas bajo esa baba verde que las cubre como un sudario... De pronto, en medio de un círculo de rocas, me veo seducida por el baile insensato y maravilloso de un banco de zalemas listadas de amarillo. Mi visión fatalista se modera, enternecida ante ese espectáculo. Me agarro al pico de una roca para evitar subir y poder contemplarlas unos segundos, mientras varios sargos pequeños salen de sus cuevas de agua y me miran con ojos fijos.
Subo a respirar cuando estoy a punto de oír el canto azul de las sirenas.

Como siempre, lamento profundamente la ausencia de branquias en mi cuerpo. Inspiro aire y bajo por última vez este año, pero no paro en el cerco de rocas, voy al fondo del todo para coger una piedra de recuerdo de este verano -ya tengo tantas...- Elijo una blanca, pequeña y lisa que me recuerda una nube, y subo directa a la superficie.

Siento dejar el agua.

Salgo a la playa, me quito las gafas y el tubo, miro las aletas y pienso que necesito unas nuevas para el próximo verano. Guardo mi nueva piedra con lo demás y subo a casa.

Hace días, un amigo me hizo fotos mientra buceaba; dice que me las mandará, que se me ve como si estuviera volando feliz rodeada de aguas iluminadas por los rayos del sol. Me gustará verme en esos momentos de desconexión de mí misma para ser sólo una emoción, un ser inmerso en el placer líquido y silencioso del mar, inmenso, suave...

 

10 comentarios:

  1. "...Como una sirena...", casi es la descripción que hubiera hecho un ser así, pero no, son tus letras, es tu relato, quizás tu vivencia en ese mar, en esas aguas cristalinas y rodeada de esos peces y algas, para darles el último adiós en este año y recoger una piedra de recuerdo, "tu piedra de todos los años", que guardarás en ese sitio especial, donde tienes las otras de años anteriores.
    Hermoso relato, bello y descriptivo. Felicidades.
    Un abrazo en la noche.

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  2. Hace años viví junto en la costa pacífica de Colombia. El mar hizo de mi un hombre de rumores matizados de oleaje, lluvia, susurros...

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  3. Bonito relato de tu relación amorosa con el mar, sin duda, repleta de fidelidad.

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  4. Qué bien contada tu emoción sumergida en el líquido elemento, María. Y ese último baño de la temporada estival, cargado de nostalgias y recuerdos de diminutos descubrimientos surgidos entre rocas y algas, allí donde todo es silencio y burbujas, ondulación y brillos.
    Que no te cueste demasiado dejarlo, que puedan más la ilusión y la ganas de vivir otro verano.
    Abrazos.

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  5. Que bien cuentas el mar, y qué pena de degradación, nos queda la esperanza de ese banco de zalemas listadas de amarillo, y la contemplación de las piedrecitas recogidas a lo largo de los años, y las sirenas a las que nunca vamos a renunciar. Excelente, como siempre.

    ESPERO CADA DÍA QUE CANTE LA SIRENA

    Yo no pienso taparme con cera los oídos:
    apenas cante la sirena
    bogaré hacia la orilla
    sorteando las aguas resonantes,
    las agitadas olas que dibujan su rostro.

    Pedro Lastra.

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  6. Gracias, Rafael, por este comentario tan bello.
    Mi caja de piedras contiene muchas, sí, cada una es de un momento, de un sentimiento también... por eso son únicas esas piedras.
    Es curioso, puedo recordar a través de ellas el instante que vivía cuando recogía cada una, y porqué elegía esa y no otra.

    Un abrazo, y ten una tarde buena.

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  7. Estoy segura de que el mar te dejó bajo la piel ese sello, Anuar, ese que describes tan bien, hecho de susurros y oleaje, y de un salitre que se pega al alma y la deja siempre con añoranza de su cercanía...
    No conozco el Pacífico, y deseo llegarme a sus orillas.
    Cualquier día.

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  8. Mi fidelidad al mar y sus amores es inquebrantable, José, ya lo ves :)

    Muchas gracias por tu comentario.

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  9. Cada año me pasa igual, Mafalda: me instalo cerca de los rumores marinos y me creo que el mundo esperará por mí :)
    Tu comentario es una delicia, me dan ganas de volver a la transparencia y el silencio líquido.
    Pero he regresado a la ciudad que me acoje, y me ilusiona ver a los amigos, mirar la cartelera del cine, pasear por el parque, montar en bici bajo los grandes ficus... Todo tiene un punto de maravilla, a poco que lo busques.

    Un fuerte abrazo.

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  10. Qué maravilla, 81, esos regalos que dejas con tu opinión y con los poemas que escoges.

    Tienes toda la razón: la esperanza está siempre unas humildes zalemas bailarinas, en las piedrecitas secuestradas, en las sirenas que nos cantan al filo del ahogo... Tendré esas esperanzas presentes en medio del año, las pegaré a los meses con pegamento de poesía, para que cada día me cante una sirena.

    Un abrazo.

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