martes, 11 de septiembre de 2012

La casa de mi amiga


Yo estaba convencida de que aquella casa estaba enferma.

Cuando llegaba por las tardes a buscar a mi amiga para jugar, me daba cuenta, por ejemplo, de que la salita tenía fiebre, quizá por un temblor imperceptible en las cortinas, por un tiritar del loro en su jaula dorada o porque el cuadro del abuelo estaba como encogido en su marco de madera oscura. Eso me impresionaba mucho. 
Era todavía peor cuando notaba que el cuarto de costura respiraba con dificultad de asmático. Si entrábamos a decirle adios a la madre, el jadeo de las paredes me llegaba claro como una agonía cercana. Yo miraba las grietas y las zonas desconchadas de pintura -siempre con la discreción de una niña bien educada- tratando de encontrar los pulmones heridos de aquella casa. 
La cocina, en cambio, casi siempre gozaba de buena salud, pero algunas tardes, al entrar a merendar, nos recibía con un humor depresivo que se manifestaba en el color cansado de las alacenas y en una leve pátina opaca en cacerolas y sartenes. 
Los suelos de losas hidráulicas sufrían, sin duda alguna, una tisis elegante y decadente.
Por toda la casa se expandía un olor constante y triste, olor que pude identificar -con el paso del tiempo- como un cocimiento de cebollas y tomillo asociado a los resfriados. 
Hasta el limonero del pequeño jardín tenía algunas veces el aspecto lacio, gris y decaído de un enfermo de melancolía.
Muchas tardes yo entraba acariciando con cuidado compasivo el zócalo del pasillo de palidez anémica, y sentía en los dedos la languidez enferma de los azulejos desgastados. 

Mi amiga y su madre parecían no darse cuenta de esas dolencias que padecía su casa y que a mí me dejaban desasosegada toda la tarde.



Yo amaba esa casa enferma. Lloré cuando sus nuevos propietarios la tiraron al suelo, socavaron sus viejos cimientos y, con notable entusiasmo, hablaron de edificar en el solar una casa nueva. 
Juro que durante días oí salir un débil jadeo asmático de entre los escombros que se amontonaban en la plaza.

8 comentarios:

  1. Qué lindo micro cuento, María...

    Sí, verdaderamente las casas tienen alma y además se nutren de parte de la nuestra...

    Un beso nocturno :)

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  2. Me ha encantado, María. Es verdad, las casas viven su propia vida, a veces, se parece a la de sus habitantes; otras, siguen su propia existencia al margen de los que la habitan. Las hay muy selectas y si no les gusta quienes la habitan, se averían continuamente hasta conseguir que la gente se harte y decida mudarse... La mía, por ejemplo, es muy particular, creo que no le gusto demasiado, será que la fregué y ventilé tanto que se quedó como desnuda y con otro olor; desde entonces, hace todo lo posible para que yo reconozca mi metedura de pata. Ella no sabe aún lo terca que soy.
    Un abrazo.

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  3. ¡Anda, no seas así! y dime donde puedo encontrar algún libro tuyo. Esto es una joya que no puede pasar desapercibida para un editor sensible. ¿Conoces "Casa tomada" de Cortázar? A mí tu casa me gusta más.

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  4. Me alegra que te guste, Mar.
    Estoy de acuerdo contigo en que las casas se nutren de las almas, o guardan reflejos y recuerdos de aquellas que la habitan, y eso les da vida.

    Muchas gracias por tu presencia, Mar.

    Un beso.

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  5. Mafalda, qué relato tan bueno haces de las casas y de tu casa en particular; me da risa imaginarte en ese conflicto entre mantener la pulcritud que le impones a tu casa y conseguir caerle simpática. Yo me decantaría por abandonar -temporalmente al menos- trapos y cubos, dejar que le entre un poco de polvo suspendido en la luz de la tarde y hacer las paces con ella. Seguro que está deseando :)

    Mil gracias por tu aportación tan linda a la vida oculta -o no tanto- de las casas.

    Un fuerte abrazo.

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  6. Ay, 81, que estoy entre la risa -me hace mucha gracia eso del libro mío inexistente- y la vanidad que se me infla como un globo y sube al techo: mencionar a Cortázar, uno de mis cuentistas favoritos, aquí, a mi lado, es una píldora directa a la autoestima :)
    He aprovechado tu comentario para coger el libro y releer ese cuento -en un tamaño de letra que va claramente contra la 3ª edad- ¡Qué maravillosa narración la de esa "Casa tomada"!
    Te tengo que agradecer esa relectura de hace un ratito.
    Te agradezco más aún tu opinión sobre mi texto.

    Un beso.

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  7. `Tu relato es muy detallista, como siempre, pero en este caso habla de una casa y su vida, quizás de sus latidos que un día la piqueta convertirá en escombros y entre ellos se escaparán los olores, los sonidos y hasta el alma de "esa vieja casa de tu amiga"
    Un abrazo.

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  8. El recuerdo de esa casa me vino en una oleada de olor a cebollas, como con la magdalena proustiana pero en aromas más proletarios :)
    (En su pequeño jardín hay ahora una plaza de garaje, oh queridos tiempos modernos)
    Un abrazo, Rafael.

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