sábado, 18 de agosto de 2012

"...cuando no quedan islas para naufragar..."


Un pequeño incidente que sucede de pronto, algo aparentemente poco importante, es capaz de desencadenar una reacción de tristezas enhebradas que llenan de desconsuelo el corazón. Tanto, que parece que no caben en él y se desbordan. Entonces duele el pecho entero y luego el dolor sube por el cuello, atenaza la garganta...

... y luego, en ese preciso instante, el suelo desaparece y el vacío tira de mí y me deja muda; y anhelante y aturdida de desamparo. Y sin poder expresar lo que siento. Porque las sensaciones asoman su cabecita un momento y huyen, y yo me quedo sin saber bien qué es lo que he visto, ni si es realidad o ficción, ni qué marea las arroja a mis playas. Percepciones paranoides, fantasías delirantes.

Los fantasmas apenas se toman respiro. Siento la derrota.

La derrota. He ahí un término que me resulta interesante. Si tuviera ganas de analizarlo en esta noche donde se me hace obvia la propia obviedad de todo lo cotidiano. Algunos días la derrota y la obviedad parecen invadirlo todo, como si nada pudiera escapar a sus presencias. A veces paso de todo; a veces puedo entrever o intuír la maquinaria tenaz que se esconde tras ellas, las fomenta y las expone ante mí. Entonces mis cosas más cercanas se me hacen extrañas y hasta un punto terroríficas. Pero mejor no seguir ese análisis...

Ojalá me cayera un chaparrón.

8 comentarios:

  1. Qué bien has reflejado lo que me pasa a mí de forma habitual. Pero debes saber que esos estados de ánimo, como vienen se van. Son sólo trastornos pasajeros de la mente, como el enamoramiento o la esperanza. Al final se acaba el amor y la esperanza se desvanece.
    Pero el sol vuelve a salir al día siguiente.

    ResponderEliminar
  2. Cuando no quedan islas para naufragar, nos queda la inmensa soledad del horizonte y sentimos el miedo y el vacío al no tener referencia y señal, faro ó estrella, solo el tic-tac del corazón en su locura y el alma derrotada mirando sin ver nada.
    Un abrazo en la noche.

    ResponderEliminar
  3. Si te sirve de consuelo: Todos estamos igual. Esto es un sinvivir. Para muchos de nosotros la tierra firme se ha convertido en arenas movedizas.¿Os acordáis? Cuando yo era pequeño me aterraban las arenas movedizas, salían mucho en las películas.
    Era una de mis pesadillas en la infancia. Ahora de adulto, por desgracia, esa sensación se apodera de mí cuando estoy despierto. Dormir, duermo bien, pero poco.

    ResponderEliminar
  4. Cuando no quedan islas que naufragar, una buena solución es lanzar una botella con un mensaje dentro. Siempre hay quien las recoge, lanza un cabo, y nos lleva hacia buen puerto.

    No importa las veces que naufraguemos, sino las que salgamos a flote. Itaca siempre nos espera :-)

    Besos y un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Gracias, 81.
    Es verdad, sabemos que hay grandes emociones que nos zarandean por entero y que al fin pasan... Que el sol sale cada día, como dices, y espanta sombras.
    Entretanto, queda esperar.
    Feliz noche.

    ResponderEliminar
  6. Nos quedan esas desolaciones, Rafael, pero también la casi certeza de que, como todo, serán desolaciones pasajeras que al final aventará un nuevo soplo de ilusión, de esperanza o de sueño... O eso espero.

    Un abrazo, y feliz noche.

    ResponderEliminar
  7. Todos estamos igual, José, pero como dicen en Ana Karenina respecto a las familias "... cada uno es desgraciado a su manera...".
    Recuerdo que, también para mí, las arenas movedizas eran una fuente inagotable de fantasías de terror. Será que veía las mismas películas que tú :)
    Muchas gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  8. Querida Mari Carmen, ya sabes que mis naufragios me arrojan siempre a ensenadas apacibles, a aguas amables donde navegar es fácil...
    Y hace tiempo que dejé de temer a los cíclopes y a los letrigones :) Ahora sólo espero un poco de mar en calma para partir de nuevo.

    Muchos besos.

    ResponderEliminar

Gracias por dejar tu comentario.