jueves, 26 de julio de 2012

El sueño del caballero


El caballero soñó que se ponía de parto en mitad de la noche. Los primeros dolores se presentaron, potentes y sorpresivos, ante el estupor del sufriente, que no salía de cuentas hasta dentro de un mes.
Tiró del cordón negro y oro que pendía junto a su cama, pero no acudía nadie. En medio de una contracción asesina gritó llamando a Dios y a su criado, por ver cuál de los dos quedaba más a mano y acudía antes y con mejores recursos. Llegó el criado, medio dormido, pero atinó a cambiar a su señor de habitación para el acontecimiento.

El nuevo sitio no era un lugar corriente, jamás el caballero viera algo así: superficies brillantes, lámparas como calderos que parecían llevar dentro millones de bujías encendidas, carros metálicos con bandejas e instrumentos extraños que daban mucho miedo y que le recordaron, en medio de su dolor, los aparatos que aún quedaban en las mazmorras de su castillo y que no se usaban desde los tiempos de su abuelo, que descansaría en paz si no le tuvieron en cuenta tales usos al llegar el hombre al otro mundo.

El caballero miraba todo esto estupefacto, desde un sillón incomodísimo en el que estaba atado y en postura por demás indigna. Iniciado el trabajo de parto, el caballero sufría tanto por los dolores como por su extrañeza y su indefensión. El criado no estaba allí; en cambio, había a su alrededor personas vestidas de blanco y verde que, silenciosas y lentas, se movían envueltas en aquella luz cruda en que parecía arder toda la habitación. Debió producirse el alumbramiento mientras el caballero estaba distraído en estas observaciones, porque una de las figuras se acercó a él, con la cara tapada hasta debajo de los ojos y sangre en ropas y manos; con voz suave y mirada risueña dijo: "Ha tenido una hija, caballero, es preciosa, aunque de tamaño mermadito por la prematuridad". Antes de entender nada se vio el caballero con la hija en brazos, chillando por comer. Él intentaba que comiera, pero nada de leche salía de sus pechos y la pequeña llorona no soltaba los pezones secos. Por suerte recordó el criado, siempre alerta, que el fiel palafrenero había tenido mellizos hacía unos meses y aún los lactaba. Le pidieron que fuera por un tiempo el amo de cría de la recién nacida, cambiando así temporalmente las cuadras por una bella estancia en la casa donde llevar a cabo su labor nutricia.

El caballero seguía la crianza de la niña con el interés y el sinvivir propio de todo padre primerizo.

Cuando la niña cumplió tres años fue destetada por el palafrenero, que a la sazón había tenido otro hijo que reclamaba su teta nutritiva. La niña noble jugaba en la plaza de armas y se apiadaba de los pobres que llegaban a las puertas del castillo pidiendo unas sobras de comida, un cacho de pan. Como si fuera una santita, se dedicó a amamantar a todos los hambrientos que se acercaban en busca de ayuda. El caballero cayó en la desesperación más profunda ante las extravagantes tendencias de su tierna hijita. Gritó y gritó hasta despertar.


Otros gritos eran los que se oían por los pasillos y en las estancias cercanas, pertenecientes a su esposa, lo que le indicó que la buena de Doña Mencía se disponía a alumbrar a su primer vástago. Aterrorizado, el caballero bajó a la capilla a hacer firme promesa de castidad ad eternum, por si acaso los sueños eran la parte del parto correspondiente a los padres.


5 comentarios:

  1. Me hizo sonreir la pesadilla del caballero, ante la presunta "maternidad", que vas desarrollando en tus párrafos, con todo lujo de detalles anecdóticos a tal situación.
    Bonito el final con esos gritos de su esposa, que nos dejan la revelación del misterio y acentúa aún más la sonrisa del lector.
    Un abrazo en la tarde.

    ResponderEliminar
  2. Producir una sonrisa es algo muy gratificante :)
    Muchas gracias, Rafael.
    Un abrazo, feliz noche.

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué sueño tan divertido! Jajaja, me he reído con gusto. A más de uno querría ver yo en tal tesitura. Me ha encantado como está escrito, con cuidado en los detalles que van aportando gracia y frescura a la historia.
    Celebro mucho haberte descubierto a través del blog de Rafael. A partir de ahora seguiré tus pasos, o tropezones, o lo que sea que dés, que las que más y las que menos, tropezamos más que caminamos. He llegado hasta este relato desde agosto, seguiré comentándote con más calma y tiempo (es tardíiisimo, aunque no importa mucho porque soy nocturna).
    Un abrazo con la plateada luz de luna llena (un poco chiquita está ya).

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias, Mafalda, tu opinión y tu risa me producen un gran placer.
    Me apeteció una pequeña "revancha", aunque sea en el plano onírico, y también me reí escribiéndolo e imaginando al pobre hombre barajándose con tales mimbres.
    Te agradezco tus visitas, tus comentarios, tu presencia aquí...
    Un abrazo muy fuerte (con la luna ya inexorablemente menguando, sí :))

    ResponderEliminar
  5. Pues tranquila que te aburrirás de verme, porque promete un montón todo cuanto contenido leo...
    Y soy muy tenaz cuando algo me gusta. Y supongo que ya lo sabrás, pero tienes un humor especial y una forma de contar que envuelve. ¡Cómo despreciar tales dones!
    Ya continuaré comentándote.
    Un abrazo muy fuerte para ti y cúidate mucho, que no sé muy por qué pero creo que te lo mereces, aunque solo sea por tener tres vástagos por los que caminar la vida.

    ResponderEliminar

Gracias por dejar tu comentario.