domingo, 17 de junio de 2012

Un día como hoy



Algunas mañanas me levanto con el complejo de El Principito puesto: siento la necesidad perentoria de limpiar mi pequeño planeta.

El Principito tenía que controlar el crecimiento de sus tres baobabs, para que no acabaran rompiendo el asteroide donde vivía; yo, mucho más prosáica y humilde, tengo que controlar el avance desmesurado de chumberas, pitas y todo tipo de plantas cactáceas que crecen en mi pequeño jardín. Son las únicas plantas que pueden vivir en este pedregal salino, pero si las dejo libres de crecer a su antojo, luego me las encuentro dislocadas por todas partes y me cuesta volver a meterlas en vereda. Son tenaces supervivientes que avanzan sin parar, asfixian arbustos, parten losas del patio y levantan adoquines.
No tengo una rosa a la que proteger -imposible tener una rosa en este territorio hostil- pero hay dos hibiscus que están en riesgo permanente de ser engullidos por unos pulpos de voracidad imparable que ya han liquidado varias plantas más indefensas.

Algunas mañanas me levanto así, decidida a poner un poco de orden vegetal a mi alrededor, pero termino llena de arañazos y con la convicción -oportunista convicción- de que es mejor dejar que el pequeño ecosistema de mi asteroide se regule solo. Me mantengo firme en esa idea hasta que se me curan los arañazos y/o veo peligrar seriamente, de nuevo, a los hibiscus. Entonces vuelvo a levantarme un día sintiéndome otra vez como el Principito, y corro a controlar los baobabs que amenazan el equilibrio de mi asteroide B612bis.

2 comentarios:

  1. Te dejo una rosa desde mi mundo con un abrazo en la noche.

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  2. ¡¡¡Gracias!!! Esa rosa es muy importante, la cuidaré con el esmero que merece. Un abrazo para ti.

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