No quería contar esta historia.
Sin embargo ahora, en esta situación, me machaca con insistencia el recuerdo de lo que pasó aquella tarde, hace casi un año.
Fue así:
Estábamos en casa de Herminia tomando café. Era una tarde lenta de lluvia, y ella, de buenas a primeras, sacó un mazo de cartas y nos dijo que sabía leer el Tarot. Herminia siempre nos sale con alguna rareza. Es excéntrica, un tanto alocada y sumamente bondadosa. Decimos de ella que tiene toneladas de corazón y una gotita de cerebro. Es médica, tiene mente y formación científicas y nunca le conocimos aficiones esotéricas, así que nos hizo gracia lo de las cartas y nos prestamos a que ensayara con nosotras sus nuevas dotes. Completamente escépticas y divertidas, iniciamos la sesión.
A mí me dijo (en cuanto desplegó tres cartas) que tenía un "rollo" con un tipo de tales características. Lo negué en redondo. Insistió en que se veía allí, en aquellos arcanos, y que había entre nosotros otra mujer. Lo seguí negando, aunque se me notaba el caudal de adrenalina corriendo por mi cuerpo. Ella recogió y dijo: "mira, no nos lo cuentes si no quieres, pero que tienes un rollo, lo tienes..."
Luego le tocó el turno a Lola y le dijo algo sobre sus intenciones para el futuro próximo, intenciones que Lola confirmó.
Entonces dijo Inés que se las echara a ella, que se iba enseguida a descansar porque tenía los tobillos hinchados. Inés es la mejor amiga de Herminia y en ese momento estaba embarazada de mellizos. Alegremente, todas dijimos, "venga, sí, a ver cuándo piensan llegar estos niños"... Herminia barajó y empezó a echar cartas sobre la mesa. De pronto se puso seria y, con torpeza, las recogió. Volvió a barajar, Inés cortó el mazo y se reinició la tirada de cartas... En un segundo, Herminia recogió de nuevo y dijo que ya estaba harta de ese juego tonto.
No nos sorprendió, porque ella tiene reacciones así a veces. Pero a partir de ese momento, Herminia estuvo como si la envolviera un nubarrón. Inés se marchó al rato. Cuando se cerró la puerta, el silencio se hizo duro como una piedra. Pasó más de un minuto y la piedra de silencio pesaba. Entonces Herminia dijo:
—Sólo se ve un niño...
Su tono y su aspecto daban miedo. A coro y nerviosas, quisimos desdramatizar:
—No es posible... Pero si tú vas con ella a todos los controles, si prácticamente lleváis el embarazo a medias y siempre nos decís que los niños están bien...
—Y es cierto, pero en las cartas sale uno... Sale uno solo.
Así quedó la cosa. Herminia estuvo siniestra unos días; luego se despejó, pero si tocábamos el tema volvía a ensombrecerse.
Dos semanas después, Inés se puso de parto y Herminia estuvo con ella todo el tiempo.
Nos contaron los compañeros del paritorio lo triste que fue cuando el segundo de los niños nació muerto: se murió unos minutos antes de nacer.
Inés nunca supo lo que dijeron las cartas aquella tarde. Su hijo único de mirada triste crece bien.
Herminia, por su parte, no quiso saber nada más de aquellas cartas: las metió en su caja y ésta en un cajón de la cómoda y se olvidó del tema. O pareció que se olvidaba. La cuestión es que la encontré hace unos días y me contó una cosa extraña, algo como que los arcanos se van cambiando de sitio dentro de la caja, que un día ve a través de la tapadera transparente al Loco y al día siguiente es el Mago, o la Muerte... Dijo que estaban formando algún mensaje.
Estaba abstraída y tenía ojeras negras.
Llamé a las chicas para ir a verla a su casa y quitarle de la cómoda las cartas. Eso fue hace tres días. Hemos ido esta tarde, pero no nos abre la puerta. En el hospital no saben nada de ella desde anteayer. Por eso les cuento esto que pasó, por si tuviera que ver y sirviera de ayuda...