miércoles, 30 de octubre de 2013

Tarjeta de visita


La tarjeta de visita del olvido,
amarga como siempre,
presenta sus respetos a mi piel atormentada. 
Con sonrisa de anuncio de dentífrico
le hago los honores
y ensayo nuevas formas de dolor
y de grito y de ausencia.

sábado, 26 de octubre de 2013

Sonata para dos violines


Son las doce y el sol pesa ya como plomo fundido, le cae sobre la cabeza, le funde el cerebro, le resbala en goterones por los hombros y la espalda y se convierte en riachuelos que empapan la camisa y dejan señales de sal en la piel y la tela... 

Irina se incorpora un poco, mira hacia delante y ve que el surco de tierra que espera la simiente es aún larguísimo, que llega hasta un infinito ardiente y polvoriento cuyo final nunca ve hasta que lo alcanza, y cuando llega cambia de surco e inicia el camino paralelo, andando en dirección contraria hasta el infinito del otro lado del invernadero... Va dejando caer semillas con movimientos automáticos: coge un puñado de la bolsa que le cuelga de los hombros, deja un poco en la tierra, tapa el hoyo, avanza un paso, deja otro poco, tapa, avanza, coge más semillas de la bolsa, deja otro poco, tapa, avanza... No oye los coches que pasan por la carretera de al lado, no mira a los compañeros de trabajo que avanzan como ella, fatigados, cargados con los sacos y con el peso del sol... 

¿Cómo traspasar la realidad? El cielo de plástico no tiene fisuras por donde el alma pueda escapar. Soy lo que estoy haciendo ahora mismo, se dice, recordando algo de las filosofías existencialistas, mientras empieza una nueva fila. Los riñones le estallan. El capataz dice que aligeren si quieren parar a las dos para el bocadillo y todos aceleran el ritmo un poco más...

Hoy ha podido salir antes porque acabaron pronto. Ha tenido tiempo de preparar una cena digna de un aniversario: el suyo. Hace ejercicios con los dedos, pese a tenerlos embotados; saca las partituras y espera a que llegue Piotr. Si no está muy cansado, le propondrá que esta noche toquen algo alegre, alguna de las primeras sonatas de Mozart, por ejemplo. 

Cuando llaman a la puerta, Irina sonríe y enciende la vela que está en el centro de la mesa. El encargado del almacén donde trabaja Piotr y los dos compañeros no se mueven del portal. Dicen algo sobre la caída, sobre el conductor del camión que al acercarse marcha atrás al muelle de carga no vio a Piotr en el suelo... Es tan impensable lo que oye, tan inverosímil y despiadado, que Irina deja de escucharlos. Sopla la vela y sale con ellos. 
Los violines se quedan fuera de las fundas, delante de los atriles preparados.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Sin palabras



Llueve.

Miro por la ventana. 

Veo a dos chicos que se pelean por llegar antes al contenedor de cartones.

Leo que las lágrimas tienen la misma cantidad de sodio que la sangre...




viernes, 18 de octubre de 2013

Mientras Patton rompía los naranjos


El general Patton cruzaba la ciudad con sus tanques 
rompiendo los adoquines y las ramas de los naranjos. 
Los soldados de uniformes grises y expresiones hieráticas
(figurantes compañeros de instituto) 
nos miraban desde una extraña lejanía de decorado bélico.

Yo pregunté qué habían hecho con la fuente de la plaza
y alguien contestó que la quitaron 
que los tanques necesitaban espacio.
Me fui de allí.

Ese curso estuvo marcado por el horario de rodaje,
por ejércitos de atrezzo dispersos por las calles 
con bullicio de fiesta
y porque huyendo de las batallas de claqueta
conocí en el puerto a César, 
desertor como yo de aquella guerra,
mi amor adolescente que duró 
todo un largometraje.

viernes, 11 de octubre de 2013

Amelia


Se llamaba Amelia y era mi amiga. 
Tenía la asombrosa y mágica capacidad de transformar el mundo a su alrededor a golpe de sonrisas, de besos y de abrazos. Iluminaba las mañanas, hasta las más oscuras, despertando al sol con sólo desearlo. Teñía del añil de su mirada el cielo más gris de los inviernos de Granada. 

Cuando la conocí, supe que había personas así de necesarias; personas capaces de contagiar alegría como quien contagia una gripe, expandiendo el virus a diestro y siniestro, sin miramientos... y eso lo sabía hacer Amelia en los momentos favorables y también en los más adversos. 

Algunos decían que estaba tocada por el prodigio de no saber sufrir, pero no es cierto. No es que ella no supiera sufrir: sabía, y sabía hacerlo muy bien. Conocía el dolor. Pero lo toreaba con un capote inmenso de humor y de bondad... 

Un día miró el cielo y dijo: si tuviera alas... y yo sentí que el corazón me crujía con un chasquido premonitorio. 

Algunos días, el cielo tiene el tono exacto de sus ojos azules.

lunes, 7 de octubre de 2013

Ilusión cósmica


Pese a mi soledad
me hago amiga del sol y de la luna
juego con los anillos de Saturno
y a las más remotas estrellas 
tiendo mis manos.

Pese a mi lejanía
establezco un efímero contacto 
con un cometa errante
fugaz y misterioso.

Pese a mi desamparo
Vuelvo a reconciliarme con el cosmos
vital de mis entrañas.

sábado, 5 de octubre de 2013

Un día de llanto

A fuerza de desventuras
tu alma es profunda y oscura.
J.M. Serrat. Mediterráneo.


Más de trescientos muertos de golpe
tocando a las puertas de Europa.
No son los únicos. Cada día
se llena el mar del dolor
de los cadáveres hambrientos.
Pero son tantos de golpe
que son muertos muy visibles, no es posible 
mirar a ningún otro lado sin verlos.
El Papa por la tele habla de vergogna
y de un giorno di pianto... y se conmueve.
Sí, es un día de llanto 
en medio de una historia de llanto en un mar de llanto.

Un hombre joven, extranjero y pobre
muere en Sevilla, a las puertas 
de un sistema que se cierra 
y que convierte la vida
en un bien inaccesible para muchos...

Cada una de esas muertes evitables me golpea
en medio del corazón acomodado
pero... quizá no lo suficiente.

jueves, 3 de octubre de 2013

WhatsApp


Antes de entrar ya me he ido
(avergonzada)
Luego vuelvo, temeraria,
pensando que... total, él sabe
que visito su whatsApp algunas veces.
Dejo un smiley de sonrisa bobalicona
y justo al lanzarlo ya me he arrepentido.
Pongo una excusa increíble
que explique la injerencia inexplicable
y lo empeoro todo...
Me siento pequeña pequeña pequeña
cuando me dan ganas de salir corriendo
a ninguna parte.

(Sí, algunos días te echo de menos.
Y bien que lo siento)

martes, 1 de octubre de 2013

Orografía


El otoño de mi rostro cambia a cada instante
(como corresponde a la estación).
A veces es un escenario sosegado,
a veces tormentoso, sombrío y huraño
como si el soplo frío del invierno lo azotara
de manera repentina, incomprensiblemente
cruel. Hoy llueve
sobre este paisaje mío de extraña orografía.