martes, 21 de mayo de 2013

En la taza de té





Hoy todo me conduce a la tristeza:


el azul que se acerca a la noche y la bolsa de frío violeta

de los mapas del tiempo,
el eterno sigilo del gato,
la llamada perdida,
la carta sin respuesta,
el mirlo atolondrado que golpea el cristal,
las flores muertas que se deshacen sin ruido
pétalo a pétalo,
las noticias del amigo enfermo,
la gente que se ha ido... ¡Tanta gente!

(No sé decir adiós en los adioses definitivos)


Se deshace este absurdo poema

en la taza de té. Alguien grita en la calle
que se anuncia una nueva borrasca.

sábado, 11 de mayo de 2013

La tempestad






El capitán, que se encontraba tranquilamente en la proa disfrutando del buen tiempo, se sobresaltó cuando el barco empezó a agitarse bruscamente. La cubierta se zarandeó bajo sus pies, la quilla se elevó y el barco cayó de costado antes de empezar a dar vueltas, como si hubiera entrado súbitamente en un torbellino.

Cuando paró el movimiento, él y el timonel se encontraron tirados en la cubierta de estribor, atónitos. Una nube espesa envolvía el barco. En sus muchos años de navegación, jamás habían visto un fenómeno semejante a ese. Estaba oscuro pero podían ver constelaciones negras sobre un fondo blanco grisáceo. Perplejos, se dieron cuenta de que eran letras, palabras, frases enteras incluso... izaciones sociales convocan a una concentrac
... el FMI pide a... Se esforzaban por leer en los recovecos de aquel extraño cielo, por si encontraban respuestas a esa insólita tempestad. De pronto, de la misma manera que los cubrió, la nube empezó a abrirse, las palabras se alejaban, se alejaban... hasta que desaparecieron y se hizo la luz nuevamente a su alrededor.

El niño hizo una bola con la hoja de papel de periódico, la tiró a la papelera y dejó el barquito encima de la mesa para verlo bien. La vela estaba algo enredada y la alisó. En la cubierta, de color azul celeste, los dos ocupantes del barco, dos figuritas de plástico vestidas de marinero, estaban sentadas con la cabeza apoyada en el trinquete y los ojos abiertos de par en par. Los levantó y los puso derechos. Colocó al que llevaba gorra de capitán en la proa, mirando al frente; al otro muñeco lo puso al timón.

martes, 7 de mayo de 2013

...hasta el Finis Terrae


Y así acabé el Camino, con mis botas al filo del acantilado en el cabo de Finisterre, tratando de conseguir una imagen del estallido de las olas contra las rocas de allí abajo -tan, tan abajo- sin darme cuenta de que mis pies se interponían entre el objetivo del teléfono y la imagen que quería captar. Luego me gustó la metáfora y no la borré.
La sensación increíble de haber atravesado andando prácticamente todo el norte peninsular me deja embobada, emocionada y con ganas de seguir adelante, de sacar unas alas blancas y echar a volar sobre la masa atlántica, sobre los farallones puntiagudos...

Las hadas, duendes y elfos que salían a saludarnos por los bosques últimos quedaron atrás, con sus vidas enredadas entre los helechos renacientes; atrás quedaron los troncos maravillosos de castaños centanarios y los riachuelos que se forman por los caminos en cuesta apenas empieza a llover, caminos-torrenteras que no acaban de secarse nunca...

Los amigos encontrados se fueron a sus respectivos lugares de destino. Me dieron muchas cosas impagables y siguieron su camino: nunca nos olvidaremos, estoy segura. Con el tiempo quizá se vayan fundiendo las imágines y mezcle en mi recuerdo a F con J y con E y V. Pero no importa, su paso por mi vida ha dejado una impronta que permanecerá.

Nunca olvidaré que se puede bailar como si estuvieras sola estando rodeada de gente, que se puede coger de la mano a un desconocido para que no llore solo, que las fronteras de los idiomas -y otras- se saltan sin tener que pasar por aduanas académicas y sin pagar las tasas de los prejuicios, que se puede aprender algunas palabras de swahili mientras se sube a O Cebreiro y al mismo tiempo reir y respirar...

Me preguntaba antes de irme por qué me gusta el Camino, por qué vuelvo siempre a esas sendas, qué me lleva allí... ¡qué tontería de pregunta!: el camino es la meta, no necesita motivos ni explicaciones.

Cuando era muy pequeña quise irme con un circo que pasó una vez por mi pueblo, cosa que no conseguí. Mi familia pensó -y mantuvo toda la vida- que yo quería ser titiritera, pero en realidad lo que yo quería -supongo ahora, desde esta distancia sideral de años- era vivir por los caminos...