viernes, 22 de marzo de 2013

El hamster




El hamster corre y corre sin parar por su rueda.
Las manitas apenas tocan las varillas de plástico,
mira hacia delante con ojos fijos, tenaces,
agudos como alfileres.
Parece no cansarse de esos giros
infinitos
siempre encerrado en su jaula.
Yo sé que está muy cansado.
Llamo hamster a mi propio corazón.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Piedra de lava



Me arrepiento varias veces por minuto de mi decisión de venirme a vivir aquí, donde, en días como hoy, el viento me golpea como si estuviera cabreado conmigo y yo me convierto poco a poco en piedra de lava, como todo mi entorno, para aguantar su embate. 

Pierdes el tiempo, me dicen. 
Es verdad, pierdo el tiempo criando algas. Me paso las horas muertas mirando el hipnótico bamboleo de las algas entre las rocas, y me sorprendo calculando lo que tardan en crecer, lo que tardarán en soltarse de su enganche en los fondos pedregosos, heridas de muerte. Las veo salir a golpe de ola a las escorias de la playa y formar enormes montones que se van descomponiendo con el paso de los días. 

Pierdes el tiempo, me gritan sobre el ruído del viento. 
Es verdad. Pierdo el tiempo escuchando el graznido de las gaviotas hambrientas, que dan vueltas sobre las barcas atadas a los norays y se lanzan en picado al agua para salir con los picos vacíos. 
Como nosotros, dicen los pescadores. 
Ellos están en el puerto vigilando por la seguridad de sus barcas, que el viento zarandea y lanza unas contra otras y todas contra los muros del muelle. Parece que vayan a partirse como cascarones de huevo. 
Algunos viejos tallan trozos de madera con sus navajas. 

María, métete en tu casa, me dicen, o te convertirás en piedra volcánica. Pero yo ya soy piedra que llega a las orillas del agua, como los bordes de esta sierra perdida.

Me arrepiento varias veces por minuto de mantenerme embrujada en el silencio hipnótico de las algas, en la soledad de mi aldea. Me digo eso y sé que no es verdad.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Su cumpleaños




Hoy es su cumpleaños. 

Lo recuerdo muy bien. Ella cree que no me acuerdo de estas cosas, pero se equivoca. Es porque no hablo, porque las expresiones de mi rostro están siempre difuminadas por una niebla de estupor. 
Pero sé que hoy es su cumpleaños. 
Recuerdo que nació de madrugada y yo estaba sola. Recuerdo sus berridos porque quería comer mientras yo quería dormir y ella se me escurría de la teta. Recuerdo que, al salir del hospital, la envolví en un arrullito blanco que alguien tejió para ella, para nosotras. Recuerdo sus ojos tristes reflejando mi mirada triste y me pongo a llorar. Lloro mucho. Es por el glaucoma, dicen. Es por mi fracaso, pienso yo. 
¿Quién de las dos se sentía más abandonada, más insegura, más frágil? Ella, seguro que ella, siempre. Pero no hay vuelta atrás. 
La niebla me envuelve y a veces es cruel y otras, en cambio, resulta misericordiosa. 
Escribo una nota torpe con mis dedos rígidos. Trato de esmerarme en cada letra. Doblo el papel y pongo Para mi hija. Apenas se entiende. Se lo daré a la madre Belén cuando venga a levantarme. Ella se lo enviará.

lunes, 11 de marzo de 2013

El escritor




Nada. Absolutamente nada en su cabeza. La hoja en blanco en medio de la pantalla se muere de aburrimiento. Como si las palabras estuvieran fuera de su alcance. Como si la idea que lo sacó de la cama en mitad de la noche se hubiera desvanecido en cuanto sus pies tocaron el suelo helado. Con los ojos enrojecidos por el insomnio, empieza a teclear.

Escena 1ª: Aparece por la izquierda una persona adormilada, con el pelo revuelto y bostezos encadenados. Camina sujetando una taza con una mano de plastilina, por lo que el café interior tiembla como con un estremecimiento de fiebre. Llega torpemente hasta el centro del escenario, donde está la mesa con un ordenador y se sienta delante.
¿Cómo reflejar esa lasitud en un sonido?


Sensación de aplastamiento, como si sobre él hubiera caído una pirámide entera. Pone música, enciende un cigarrillo, mira por la ventana: la calle es siempre fuente de inspiración, pero el escenario está muerto. Los noctámbulos y los madrugadores se cruzarán dentro de poco, pero ahora sólo hay gatos que buscan por las basuras esturreadas.


La mujer

(sí, es una mujer, tiene que ser una mujer para que resulte más verosímil la lasitud del cuerpo de plastilina, la desgana general...)

La mujer bosteza de nuevo, abre el correo, derrama café sobre su pijama, suelta un ¡mierda! al quemarse


Piensa en su amigo Javi, que siempre tiene ideas geniales para todo, y si no las tiene las sueña. Una vez le contó un sueño tan bueno que hizo con él el guión de una película que nadie compró. Lo llamará en cuanto sea de dia para que le cuente algo. Su vecino de enfrente sale para el trabajo, dejando un portazo retumbante en el descansillo. Empiezan a pasar coches por la calle.

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Apaga el portátil. Le pone comida a su gato, se viste y baja a comprar pan para el desayuno. Le gustaría ser un gato, o al menos ser Javi. Pero no. Es un ser cuya imaginación está siendo invadida por aquella mancha de nada que se extendía por todo el territorio de Fantasía. Un tipo anodino, oscuro, mediocre y solitario. Y encima, sin inspiración.
Cuando desayune volverá a intentar esa escena deslavazada, a ver si consigue saber qué le pasa a la mujer que se sienta frente a la pantalla del ordenador al principio de la obra.

domingo, 10 de marzo de 2013

Éblouie par la nuit

Hoy quería escribir algo sobre las esperas y los deslumbramientos, sobre las cenizas y los silbidos...
Y resulta que ya está escrito.

Escrito, musicado y maravillosamente cantado.



Deslumbrado por la noche
en un golpe de luz mortal
rozando autos, los ojos
como si fueran cabezas de
alfiler.

Yo te he esperado cien
años por las calles en
blanco y negro.
Hasta que tú llegaste
silbando.

Deslumbrado por la noche
en un golpe de luz mortal
pateando latas, perdido
como un barco.

Si perdí la cabeza es
porque te he amado y
lo peor
es que tu llegaste
silbando.

Deslumbrado por la noche
en un golpe de luz mortal
¿Vas a amar la vida, o
simplemente dejarla
pasar?

De nuestras noches fumando
no queda casi nada,
más que tus cenizas en la mañana

En esa vida llena de
vértigos subterráneos
en la próxima estación,
pequeño europeo.

Pon tu mano, y que
descienda debajo
de mi corazón.

Deslumbrado por la noche
en un golpe de luz mortal
da una última vuelta con la
mano hasta el final.

Yo te he esperado cien años
por las calles en blanco y negro
hasta que tu llegaste
silbando.

martes, 5 de marzo de 2013

Fe de erratas




Siempre estas ganas de saber de ti.
Terribles, inevitables
ganas de saber de ti.

Abro tu cuenta cien veces y empiezo unos mil mensajes.
Todo inconexo, todo disperso.
Te cuento lo que sueñan mis sueños,
las hilachas de nubes que persigo,
la ropa tendida de mi patio que ahora moja la lluvia.

Que el mundo a veces me explota encima
y a veces me da la espalda.
Que vivir sin ti es muy raro
pero puedo soportarlo.
Y que tengo el corazón lleno de fé de erratas
aunque ya pasó el tiempo de correcciones.

Te digo que me hables de tus cosas,
que te extraño hasta el dolor, hasta el amor...

Tu cuenta es la de siempre, pero no,
nunca echaré esas cartas a una pura
reliquia
amordazada.

viernes, 1 de marzo de 2013

Pesadilla


Anoche tuve un sueño tan real, que no me fue posible escapar de él ni al despertarme.

Algunas imágenes son muy claras, mientras que otras sólo son escenas confusas, con personajes que se mueven como si fueran transparentes y estuvieran envueltos en ropajes flotantes y extraños. Lo más claro, y el elemento central del sueño entero, es que me extraen el ojo derecho. A otra persona también se lo sacan: es una mujer mayor que está sentada a mi lado, se resbala constantemente de la silla y no deja de suspirar con fuerza. Las extracciones se realizan en un quirófano o una sala de curas y nos dan nuestros respectivos ojos en una bolsita de plástico de cierre hermético. Antes de salir de la sala de operaciones nos colocan en la cuenca vacía algo que pretende simular el ojo, pero no es más que una canica de vidrio. Al coger mi bolsita me da tanto asco que la tiro, con el ojo dentro. Entonces una enfermera, con sonrisa amable, se acerca y me dice que lo recupere y que debería guardarlo, por si me lo pudieran recolocar en algún otro momento. Al decirle que lo tiré no sé adónde, que revoleé la bolsa a lo lejos, ella misma lo busca, registrando entre los bombos de basura del hospital.

Yo estoy desolada sin mi ojo, lo veo todo a la mitad, siempre la mitad izquierda: la parte izquierda de la enfermera amable que sigue registrando cubos de basura, la parte izquierda de la mujer que estaba conmigo para la extracción del ojo y que ahora anda por delante de mí subiendo una escalera, la parte izquierda de la amiga que viene a recogerme a la puerta del hospital y la parte izquierda de su coche. Voy viendo esas mitades y pienso que a todos les doy media pena, que sólo entienden a medias mi absoluto desconsuelo.

No aparece mi bolsita por ningún sitio. La enfermera me despide y ambas lloramos, inconsolables.

En medio de un llanto verdadero que ha mojado toda la almohada me desperté, por fin, hace unas cuantas horas.

Ahora tengo que ducharme y salir para mi visita al oftalmólogo. Es solamente para una revisión rutinaria del glaucoma, nada importante.